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De la mancha al paisaje del barrio

Sabado, 10 de mayo de 2025 a las 13:39

De tiempo somos.
Somos sus pies y sus bocas.
Los pies del tiempo caminan en nuestros pies.
A la corta o a la larga, ya se sabe, los vientos del tiempo borrarán las huellas.
¿Travesía de la nada, pasos de nadie? Las bocas del tiempo cuentan el viaje.
Eduardo Galeano

Por Fernanda Toccalino y Carlos Lezcano
Especial para El Litoral

En el barrio pasa el tiempo: Una vecina que barre, una madre espera su turno en la Sala deAtención Primaria, un fiel le prende una vela al santo, un comerciante es baleado por delincuentes, un dominguero lava el auto, un señor desguaza una moto,  hay mate compartido en la vereda, gatos durmiendo al sol, perros olfateando la basura, hay show en la plaza, hay Secco, tinto y hielo… Gestos del cotidiano que siguen guardando misterio. Imágenes que se vuelven obras en José Bejarano, y en la ficción, el tiempo no pasa.
Lo entrevistamos en “Todos los Vientos”, el programa de radio UNNE, para conocer el detrás de sus obras y difundir su trabajo desde su propia voz.
 

Te presentamos como artista visual, con todos los matices. Porque te conocemos como ilustrador, fotógrafo, como realizador de animaciones y también en el rol de diseñador, cuando armas la imagen o el perfil de algunos festivales a través de tu gesto creador. 
¿Desde cuándo dibujas?  ¿Fuiste un compulsivo lector de historietas, o más bien un adicto al dibujo?  ¿Quién te llevó por ese camino? 
Dibujo desde muy chico. Siempre estimulado por mis padres y lo que me compartían: el cine, la historieta, la pintura que la descubrí hojeando esas colecciones de Historia del Arte de Salvat. Pero el amor por el dibujo y la lectura me llegó, sobre todo, a través de la historieta.
De todo ese cúmulo de imágenes, empecé a copiar lo que me llamaba la atención. A veces me preguntan, “¿Cómo hago para empezar a dibujar?” Yo empecé copiando, copiando mucho todo lo que veía y a partir de ahí, vas desarrollando un estilo.
Con respecto a lo que me dedico, tiene que ver con una búsqueda que todavía la sigo haciendo, porque hice varias cosas: fotografía, dibujo, ilustración, animación. Pero a partir de las Becas de Estímulo a la Creación, de la que fuiste mentora, surgió esto de “artista visual”, gracias a la coordinadora de los encuentros Maia Navas, quien nos llevó a poder definirnos de esa manera.

Claro, eso les pasó a muchos, que decían, “no, yo no me siento artista visual”. Y con Maia Navas les decíamos: “entonces no tenés que estar acá, porque está dirigido a artistas visuales, así que correte y dejale el lugar a otro”. 
Sí, yo creo que un poco es porque sentimos que nos queda grande eso de decirnos “artistas”, pero hay que ponerle el pecho. Sobre todo, porque en mi caso, reúne todo lo que siempre hice: trabajar con imágenes.

Decías que aprendiste un poco copiando, John Berger dice que Mirar no es atrapar, ni adquirir, ni acopiar... Mirar es un estado de embriaguez. Uno mira desarmado desde la intuición. 
En tus obras pones un poco de eso que miras cotidianamente, los recorridos por tu barrio, los personajes que te cruzas. 
Sí, todo lo que hago gira en torno a mi barrio. 

¿Cuál es?
El Barrio Nuevo, un barrio periférico de la ciudad de Corrientes. 

Lo conozco. Nos íbamos ahí en el 9 nosotros. Que ahora es el colectivo 106. 
Y bueno, de ahí salen mis temas, de las situaciones cotidianas de ese lugar que habité toda mi vida. De los muros de las viviendas cada vez más agrietados, deteriorados y de sus manchas de humedad que surgen y en donde encuentro formas reconocibles.
De eso que miro cotidianamente, surge también mi proceso creativo. Explorando entre manchas y texturas que sugieran paisajes de viviendas, baldíos y descampados propios de mi barrio.
De ahí la decisión de trabajar con la monotipia, una técnica que algunos la definen como grabado, otros como transfer. Es eso, la transferencia de lo que dibujas o pintas sobre una superficie, en mi caso utilizo un vidrio, y después transferís esa imagen a un papel presionándolo. Es hacer una única copia, una huella irrepetible. Pero lo que me gusta de esta técnica es lo inesperado, porque a veces, me encuentro con cosas que no tenía planeadas y el resultado me terminan gustando mucho más. 

¿Con qué manchas en el vidrio? 
Ahora estoy trabajando con tinta de grabado al agua. Es una tinta bastante firme y tarda en cercarse, lo que permite trabajar con tranquilidad.

Y queda una obra que, como vos bien dijiste, es una monotipia, un grabado, un dibujo. En realidad los límites se desdibujan un poco. Pero quiero llegar a la idea de ilustración. Esa obra acompaña un texto o es una obra en sí misma que no necesariamente depende de un guion, como en el caso de la historieta. Vos has hecho muchos trabajos freelance para revistas, has colaborado con editoriales y tus obras se han publicado. 
Sí, en esos trabajos por encargo para revistas y editoriales, siempre tuve la suerte de poder trabajar con total libertad. Me pasan los textos y los leo varias veces. Voy marcando, voy haciendo algunos bocetos y lentamente van surgiendo algunas propuestas. Me defino por una y es la que termino pasando en limpio, entintando y definiendo su paleta de colores.

Además, tenés un colaborador anónimo que es el azar. Vos pones una parte, pero el azar decide otra cosa. Es increíble este juego que existe entre el autor y el azar. Hay una parte que no controlás. 
Si, y creo que es lo que más me divierte de todo esto. Porque en realidad, tiendo a aburrirme cuando me enfoco por mucho tiempo en una técnica. 

Trabajas preferentemente en blanco y negro, pero también usas color. Trabajas con estas impresiones, pero también tenés una línea muy dúctil. Leí que un ilustrador decía, “quiero ser un todoterreno, pero que se reconozca siempre mi estilo”. ¿Vos sentís que tenés un estilo propio que, aunque cambien las técnicas o cambien los encargos, hay una marca que te identifica? 
No estoy seguro de poder reconocer la marca que me identifica. Tal vez sea a través del tema que abordo en mis obras. Creo que esa identificación la percibe, más claramente, el espectador. 

Claro, y por eso te llaman. 
Y sí, supongo que sí. 

¿Hiciste alguna vez una muestra individual? 
No realicé ninguna muestra individual. Participé en muestras colectivas, convocatorias y siempre colaborando con ilustraciones de libros, cuentos y demás. 
Es algo que tengo pendiente. Pero por lo pronto, estoy trabajando en un libro que me encargaron para la colección Búho (dirigida por Eugenio Led) de Moglia Ediciones y que ya lo tengo bastante avanzado.

Qué alegría, me parece muy bueno poder ver una compilación de estas obras. Vos trabajás con imágenes estáticas, pero a su vez con una técnica muy linda que es el stop motion. Para quien no la conoce es una técnica muy sencilla en la que se dibuja (o modela) cuadro a cuadro una secuencia y a través de esta sucesión rápida de imágenes se genera movimiento. Simple y bello como esos libros de dedo donde uno pasaba las hojas rápido y aparecía el movimiento. 
Sí, totalmente. Y es eso lo que más me interesa del stop motion: la capacidad de generar movimiento desde lo más simple. Aunque es una técnica bastante elemental, tiene esa carga artesanal que la vuelve muy expresiva. También encontramos esas pequeñas imperfecciones en el movimiento, hay algo del azar que decíamos anteriormente, con lo que se puede construir una narrativa visual muy poderosa.
La animación siempre me despertó mucho interés. Recuerdo especialmente el programa Caloi en su tinta, que me marcó desde chico por la diversidad de estilos que presentaba. Y más adelante, gracias al Festival Play Videoarte y Cine Experimental, sentí que tenía un espacio donde hacer mis propias exploraciones, inspirado en todo eso que me movía.

Es el primer trabajo de animación que hiciste y ganaste un premio en PLAY. Es hermoso.
Sí, se llama Antes no había nada y dura un minuto. En ese momento, me sorprendió porque obtuvo el premio en la sección regional de la edición de 2023.
Enseguida, empecé a trabajar en Resistero. Para ese corto, recurrí a la rotoscopia, una técnica que consiste básicamente en calcar los fotogramas de un video. 
Filmé un viaje en colectivo, el tramo que atraviesa mi barrio, y lo descompuse en más de doscientas impresiones que me sirvieron como base para después, pintar encima con rodillos y pinceles viejos. El resultado fue un recorrido entre manchas y texturas, como un paisaje erosionado por la tierra, el viento norte y la humedad.

¿Hay una idea de serie, por ejemplo, que te interesa trabajar o no? ¿O te gusta más lo fragmentario? 
Si, me interesa lo fragmentario, pero como una forma de abordar distintos detalles y situaciones que tienen que ver con este lugar donde vivo. Puede haber un hilo conductor, aunque no resulta en una serie. Por ejemplo, en mi primera obra, Antes no había nada, imaginé el origen del mundo como si hubiera surgido desde mi barrio: una especia de Big Bang barrial, de donde emerge una bola de fuego, bichos raros y finalmente, aparece una figura humana. Primero en posición fetal hasta tomar la forma de un vecino sentado en su silleta, que permanece ahí mirando el paisaje.
En la otra obra, trabajé a partir de ese viaje en colectivo que te contaba. Entonces, mis trabajos parecen fragmentarios, pero hay una búsqueda al registrar lo cotidiano, lo periférico desde una mirada más sensorial, si se quiere. 

El año pasado, en el espacio de los Becarios en Arteco, expusiste una obra con mapping. ¿Cómo definiríamos esa obra? Una obra que cautivó a todos. Persona que pasaba quedaba entrampada mirándola.
Esa obra fue una oportunidad para explorar otras técnicas. Usé una placa de madera que la recubrí con cemento y arena porque me interesaba poder trabajar con la textura real de los muros, con esas manchas, marcas y grietas que aparecen en las paredes. Las manchas las pinté con acrílico, con colores grises y marrones terrosos y sobre eso, proyecté pequeñas personitas que caminaban. Entonces, las manchas dejaron de ser cosas amorfas, para convertirse en un paisaje. Me gustó esa transformación que se dio de manera instantánea al proyectar las figuras en movimiento.

Generaba un efecto muy mágico para chicos y grandes. Hay que contar que las imágenes se proyectaban y muchas veces la gente se interponía entre ese muro que vos construiste y el proyector, entonces la sorpresa era que desaparecían las figuras pero quedaban proyectadas en sus espaldas. 
Sí, algunos se arrimaban detrás de la placa de madera para ver si de ahí surgía la imagen. ¿De dónde salían esas personitas?

Así que tiene eso, de simpleza por un lado, de pureza, de magia que fue muy cautivante y condimento indispensable en el arte, ¿no? 
Si, ahora que lo decís, creo que ahí hay algo que define mi manera de trabajar. Nunca lo había pensado, pero esa simpleza, esa idea de utilizar pocos elementos para contar algo, aparece en casi todo lo que hago. Es como que surge solo. Está presente en ese trabajo, cómo en las animaciones que hablábamos anteriormente.

¿La gente de tu barrio sabe qué haces esto? 
Sí, saben, pero no específicamente esto y que yo trato temas del barrio. En algún momento hicimos un mural en la esquina de mi barrio y donde invitamos a todos los vecinos. 

¿Dónde queda el mural? ¿En qué calle? 
El mural está en una peatonal del barrio, ubicado al costado del SAPS del Barrio Nuevo. Lo hicimos con varios artistas junto a los vecinos, pero los protagonistas fueron los vecinos. En realidad, el mural fue una excusa para reunir a los vecinos e intentar restablecer estos lazos sociales. Compartir arroz con pollo, sentarnos todos en una misma mesa. Esa en realidad fue la actividad y lo que más me cautivó.

Pero en realidad tu trabajo es más puertas adentro, no es el muralismo. Aunque algunas piezas son construidas en colaboración. Por ejemplo, junto a Romina Luz Garay: ella borda parte de tus dibujos, sobre tela. ¿Cómo es el trabajo colaborativo con ella o con otros artistas? ¿Hay una ida y vuelta o en general el trabajo es más solitario? 
Hay mucha ida y vuelta con Romina Luz Garay. Ella es una artista visual y sonora, y bueno, también es mi pareja. Ella me ayuda a pensar y a ver de qué manera puedo abordar mis obras. En las animaciones que hice, ella colaboró con el diseño sonoro. Y las piezas que mencionas, fueron más que nada un ejercicio plástico. Arrancábamos trabajando con retazos de telas. Ella las bordaba y yo dibujada o viceversa, primero yo dibujaba y después ella las intervenía con el bordado. 

¿Hay algo próximo en lo que estés trabajando? 
Sí, como te comentaba, estoy trabajando en un libro para la editorial Moglia. Será un recorrido visual por los paisajes de mi barrio, con la intención de visibilizar otros rincones de la ciudad, esos márgenes que también existen. No se trata de paisajes con lapachos floridos y carpinchos, sino más bien de basurales y baldíos, de rincones olvidados y otras situaciones propias de la ciudad. Todavía no tenemos fecha de publicación, pero ya estoy en la etapa final del trabajo. 

¿Tenés un Instagram donde se puedan ver tus obras? 
Sí, me pueden encontrar en Instagram como arremangadobrazo. Ahí comparto todo lo que vengo haciendo: animaciones, procesos, imágenes de mis obras y algunos adelantos de lo que estoy trabajando. Lo tomo como una especie de cuaderno visual donde voy plasmando mi búsqueda. 
Siguiendo con las ideas de John Berger, él dice “Quienes dibujamos no sólo dibujamos a fin de hacer visible para los demás algo que hemos observado, sino también para acompañar a algo invisible hacia su destino insondable”i.  El tiempo dirá.

BIO
José Bejarano (Corrientes, 1988) es artista visual. Ilustró libros y diseñó identidades visuales para festivales de murga, cine y teatro. Su corto Antes no había nada (2023) fue premiado en Argentina y en Brasil. Ese mismo año, obtuvo el 1° premio en ilustración editorial (ADA, 2023). En 2024, fue beneficiado de la Beca de Estímulo a la Creación, que tuvo como resultado Terrario, instalación presentada en la 6ta edición de la feria ArteCo.

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