La consigna era inflexible. Se cumplía a muerte: miércoles día de Microcine. O, sea, la proyección de un compilado cinematográfico de noticieros, y series. “Sucesos Argentinos”, “Nodo”, algunas rarezas. Dibujos animados. “Los 3 Chiflados”. El gran plato de Disney, con “Pluto”, “Donald”, “Mickey”. O, los dibujos de Hanna Barbera, para rematar en la serie más apasionante: “El enmascarado Solitario”, o “El jinete Escarlata”. “La Sombra”, “El Zorro”,o cualquiera de tantas otras divididas en episodios que siempre al final, dejaban el suspenso que mediaba entre una y otra, develándose “el peligro” en que quedaba congelada la acción por una semana.
Era una ceremonia. Una liturgia que se cumplía a rajatabla cada 7 días, en el atrapante Microcine de los días Miércoles, que se lanzaba cuando el reloj marcaba exactamente la hora 17, en el populoso Cine Rex de calle Junín y Catamarca.
Nadie se atrevía a romper. El cine cumplía más allá de los micros de los chicos con su programación tradicional en que descollaban títulos en policiales con Edmond O´Brien, Alan Ladd o Sterling Hayden. O, las musicales con Fred Astaire-Ginger Rogers, Gene Kelly con Cyd Charisse.
Pero un poquito más grandecitos, los lacrimógenos romances de Gary Grant con Deborar Kerr, o bien William Holden con Jennifer Jones, inundaban el cine de amor.
O, las de humor con Red Skelton, Danny Kaye, Dean Martin y Jerry Lewis, Abott y Costello continuadores del gordo y flaco, Laurel y Hardy, o las antológicas de Charles Chaplin, el popular “Carlitos”.
O, los grandes advenimientos que lanzó al cine a todo tipo de inventos taquilleros: Cinerama, Vistavisión, Cinemascope a pantalla ancha y cóncava, tridimensional con anteojos especiales, para ver y asustarnos con “El Museo de Cera”.
Los lugares de culto en Corrientes eran sin duda: Cine Colón, Cine Rex, o Cine Corrientes, amén de todos los otros: Cine Itatí, Cine San Martín, el propio Teatro Vera, Cine “La Perla, “El Cine Ideal”.
Recuerdo con pena, cuando una noche, voy al Cine Corrientes al recital del cantante pampeado, Alberto Cortéz. Al otro día, pasaba nuevamente por ahí,no podía dar crédito al comunicado impreso que colgaban de sus puertas: CIERRE DEFINITIVO DE ESTA SALA. Fue como un certero balazo matando toda ilusión. De pronto cayeron todos los sueños, las vivencias que supo cosechar durante su prolífera vida.
Aún revolotea el niño que sale de esas plateas y escenarios, lugares que en el olvido de su total grandiosidad, ya no lucen sus gigantescas estructuras.
Bueno de esa manera, sin anestesia, y hasta sin explicaciones, se fueron cerrando esas catedrales de cines donde algunos formamos nuestra bullanguera vida juvenil.
Claro, entonces, aún, los cines exhibían obras procedentes del cine de todo el mundo: Cine sueco, mejicano, brasileño, español, ruso, indio, alemán, francés, alemán, el cine nacional, polaco, japonés, indio, etc.
Es decir disponíamos de la posibilidad de poder elegir. Era tocar el cielo con las manos con esa avalancha de material cinematográfico, y soñar sin límites.
A veces el supuesto progreso tiene cara de hereje porque es capaz de cualquier cosa, con tal de obtener ventajas que retroalimenten sus producciones.
El interés pecuniario, la competencia de la televisión, transformó la comercialización haciendo que muchas de las industrias dependientes del Séptimo Arte, “capoten” o cambien, o sumen espectáculos que eviten la caída como recitales de artistas notorios.
Por los cines de Corrientes transitaron calificadas Compañías de Teatro, como Luis Sandrini, la Orquesta Juvenil dirigida por el Maestro Juan de Dios Filiberto, autor de “Caminito.” “Juan José Padilla” y su compañía española, el pianista “Witold Malcunzinsky”, “El Robert Show Coral”, “Los 5 Latinos”, “Los Santos”, “Los TNT”, “El Trío Los Panchos”, “Ricardo Yarque”, el mejicano “Marcos Antonio Tobar”, “Roberto Yanés”, “Luis Alberto del Paraná y su Trío Los Paraguayos”, etc.
Cada vez que pasamos ponemos en movimiento recuerdos que jamás se olvidarán.
Cada vez que hoy paso por esos lugares, me pregunto si sabrá la gente el cúmulo de historias que contienen esos espacios que fueron refugio y divertimento de varias generaciones.
La Argentina tiene siempre la maldita costumbre de hacer añicos todo aquello que encierra un pedazo de historia. Un tramo de vida que no solo permitió entretener sino tomar ese idioma universal, enseñándonos un poco de la vida con todos los humores: comedia, humor, dramas, policiales, cow boy, musicales; todos los tonos del diario vivir.
Soy consciente que la modernidad por razones de espacio o economía. Ha implementado micros cines diametralmente opuestos a las dimensiones espaciosas de las viejas salas.
Aún recuerdo cuando la penumbra ganaba el ámbito, una vez iniciado el espectáculo, hacía andar a tientas a aquellos espectadores que llegaban una vez ya comenzado.
Felizmente los acomodadores “armados” de potentes linternas, se disponían para para guiarnos deferentemente, indicándonos el camino seguro de la butaca.
Será que alguna vez, otras generaciones se han imaginado siquiera, todo el mundo que giraba dentro y fuera de los cines. Lugar indiscutible de encuentro, calificado emplazamiento edilicio, conocimiento, y punto de partida para soñar, apelando al amor, a la aventura, y a la música.
Aún revolotea el niño que sale de esas plateas y escenarios, lugares que en el olvido de su total grandiosidad, ya no lucen sus gigantescas estructuras.
Cada vez que pasamos ponemos en movimiento recuerdos que jamás se olvidarán.