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Las retenciones

Por El Litoral

Jueves, 02 de octubre de 2025 a las 18:03

En el ripio de las transacciones comerciales internacionales hay gente preparada para fortalecerse con lo inesperado e inestable, gente con renombre para actuar con asombrosa eficiencia en medio de la velocidad fulminante que puedan alcanzar los negocios. Decía un funcionario público del área impositiva, la semana última, que después de haberse suspendido las retenciones por un período que concluiría el 31 de octubre, o antes, si se liquidaban 7000 millones de dólares por exportaciones, las órdenes se amontonaban los primeros días por millones de dólares cada treinta segundos.
Así prevaleció el monto de lo recaudado por sobre el tiempo límite establecido de más de treinta días, y así los productores de los cereales y oleaginosas en juego, los creadores de esa riqueza generada a la intemperie, a cielo abierto, quedaron con la sensación de desconcierto, de “bronca” -como han dicho- y de una desilusión que ya se verá qué consecuencias políticas tiene.
La perentoriedad de las liquidaciones de exportación por aquella suma de grandes dimensiones fue determinada a fines de la semana anterior por un gobierno que sentía el vahído del abismo. Sucedía esto en medio de la valorización irrefrenable del dólar por encima de las bandas establecidas y por una desconfianza pública que crecía hora tras hora, habiéndolo obligado a vender en dos jornadas más de mil millones de dólares de sus escasas reservas. No hay una razón debidamente verificable, a pesar de tantas presunciones en contrario, para que pueda afirmarse que en todo este asunto se haya roto una sola regla legal.
Otra cosa sería observar que se llegó a la dramática situación de hace diez días por una suma de impericias políticas y financieras del Gobierno. Propelieron, una vez más, a que el país quedara atrapado en la sensación de asfixia por cuya repetición en decenas de casos tiene la mayor y dolorosa experiencia que cualquier país ajeno a las hecatombes de una guerra.
Otra cosa sería decir que en la cuestión de las retenciones a las exportaciones agropecuarias sigue en el aire la promesa todavía incumplida, sin olvidar los avances habidos hasta aquí, de acabar con un impuesto que el propio presidente de la Nación calificó en tren de campaña, y reafirmó después de asumir, de inaceptable para el interés general.
Otra cosa sería decir, en fin, que en el instante de decidirse a dejar en cero los derechos de exportación (DEX) hasta el 31 de octubre privó el instinto natural de un elenco gubernamental más experimentado y satisfecho con el ejercicio de las finanzas que en el del más lento planeamiento, y a más largo plazo, propio de quienes por vocación piensan y sienten en términos productivos.
Fue verdaderamente lamentable que todo esto ocurriera. 
Lo que sí urge reparar es la desconfianza política y moral introducida por los hechos precipitados en medio de esta última crisis. Se han violentado expectativas. La confianza es una solidaridad compartida de principios. “Cuando esta se pierde, la Nación se desarticula”, decía Ortega y Gasset, y agregaba: “La confianza es la emoción en que se halla quien puede anticipar lo que verosímilmente ha de acontecer en una hora, mañana, pasado”. No era lo que se esperaba que siete grandes exportadores hicieran, en solo tres días, declaraciones juradas de ventas al exterior (DJVE) por 19,5 millones de toneladas. Acapararon de tal modo el 86% de las operaciones sobre las realizadas por un total de 36 exportadores.
Por la fuerza de los hechos, y no necesariamente por la pulsión de las intenciones de otros, los productores percibieron en su ánimo que habían sido abandonados por el Gobierno en beneficio de un grupo de empresas que hará ganancias extraordinarias. 
El campo no ha perdido ninguna “beca” con la fugaz vigencia de las retenciones cero por agotamiento del cupo abierto, como se ha dicho de manera infeliz. Siente, sí, que en el vaivén de este fenómeno el tipo de cambio haya bajado de 1500 pesos por dólar a menos de 1400.
Esperemos que el campo sienta, por igual, en reflexión introspectiva, que no basta con hacer todo bien tranqueras para adentro. Las empresas modernas, en la hora de la tecnología digital, deben contar con la capacitación suficiente para entender y aprovechar el vértigo operativo de los mercados.
 

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