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Fernando Piragine Niveyro: el legado de un correntino ejemplar

Por El Litoral

Jueves, 14 de agosto de 2025 a las 01:00

 

Por Any Pereyra

Hablar del Dr. Fernando Piragine Niveyro es hablar de un capítulo luminoso de nuestra historia provincial. No es solamente recordar a un ex gobernador, sino a un hombre que entendió el poder como una responsabilidad y no como un privilegio, que hizo de la gestión pública un instrumento de desarrollo y que dejó huellas tan profundas que todavía hoy marcan el camino de Corrientes.

Desde muy joven, Piragine Niveyro demostró una capacidad de liderazgo poco común. Su visión estaba orientada hacia un objetivo claro: que cada correntino tuviera acceso a las mismas oportunidades, viviera donde viviera. Gobernó con la mirada puesta en el futuro, pero con los pies firmemente plantados en la realidad de su tiempo, entendiendo que el progreso no podía esperar.

Su gestión transformó la provincia con obras concretas y decisiones estratégicas. Apostó al desarrollo energético, conectando localidades que hasta entonces vivían aisladas; impulsó obras viales que unieron a los correntinos y abrieron las puertas al comercio y al intercambio cultural; modernizó el Estado provincial con criterios de eficiencia y transparencia; y supo ganarse un apodo que el pueblo le dio con cariño y reconocimiento: “bichito de luz”. Porque allí donde había oscuridad —física o simbólica— él se ocupaba de encenderla.

No se limitó a administrar: planificó, ejecutó y controló cada obra como si fuera personal. Su impulso fue decisivo para que Corrientes diera un salto histórico hacia la modernidad, en una época en la que muchas provincias del interior debían luchar contra el aislamiento y la postergación. Piragine Niveyro entendía que el desarrollo no era una palabra de campaña, sino una tarea diaria, sostenida en el tiempo y con resultados visibles.

Este homenaje tiene para mí un valor especial. Mi padre el escribano José Raúl Pereyra, ya fallecido, formó parte de la Comisión de Homenaje Permanente a su figura junto a otros destacados amigos y protagonistas de nuestra comunidad. En mi hogar, su nombre era sinónimo de respeto y admiración. Crecí escuchando historias sobre su compromiso, su austeridad y su firmeza para tomar decisiones que beneficiaran a la provincia, aunque no siempre fueran las más fáciles. Esos relatos moldearon en mí la certeza de que la política, cuando se ejerce con honestidad y vocación de servicio, puede cambiar la vida de las personas.

Su liderazgo no se construyó sobre la confrontación estéril, sino sobre el consenso y el respeto. Supo dialogar con todos los sectores, pero sin resignar sus convicciones. Mantuvo siempre la palabra empeñada, y en tiempos en que la política muchas veces se desvía de sus propósitos originales, su ejemplo nos recuerda que la coherencia es una virtud que nunca pasa de moda.

A la distancia, es imposible no notar cuánto le debemos. Muchas de las bases del desarrollo actual de Corrientes fueron puestas durante su gobierno. Su obra es tangible, pero su mayor legado es intangible: la cultura del trabajo bien hecho, la certeza de que gobernar es servir y no servirse.

Hoy, cuando tantos correntinos reclaman que la política vuelva a mirar de frente a la gente, el recuerdo de Fernando Piragine Niveyro se convierte en una brújula moral. Nos recuerda que es posible hacer las cosas bien, que la gestión pública puede y debe ser un motor de oportunidades, y que el verdadero poder se mide por el bien que se hace.

Fernando Piragine Niveyro fue un gran gobernador, sí. Pero, sobre todo, fue un gran correntino. Y en este homenaje, lo recordamos con gratitud, con admiración y con el compromiso de mantener vivo su ejemplo, para que las próximas generaciones sepan que Corrientes tuvo, y puede volver a tener, líderes de su talla.

1.Fernando Piragine Niveyro: el legado de un correntino ejemplar

Por Any Pereyra

Hablar del Dr. Fernando Piragine Niveyro es hablar de un capítulo luminoso de nuestra historia provincial. No es solamente recordar a un ex gobernador, sino a un hombre que entendió el poder como una responsabilidad y no como un privilegio, que hizo de la gestión pública un instrumento de desarrollo y que dejó huellas tan profundas que todavía hoy marcan el camino de Corrientes.

Desde muy joven, Piragine Niveyro demostró una capacidad de liderazgo poco común. Su visión estaba orientada hacia un objetivo claro: que cada correntino tuviera acceso a las mismas oportunidades, viviera donde viviera. Gobernó con la mirada puesta en el futuro, pero con los pies firmemente plantados en la realidad de su tiempo, entendiendo que el progreso no podía esperar.

Su gestión transformó la provincia con obras concretas y decisiones estratégicas. Apostó al desarrollo energético, conectando localidades que hasta entonces vivían aisladas; impulsó obras viales que unieron a los correntinos y abrieron las puertas al comercio y al intercambio cultural; modernizó el Estado provincial con criterios de eficiencia y transparencia; y supo ganarse un apodo que el pueblo le dio con cariño y reconocimiento: “bichito de luz”. Porque allí donde había oscuridad —física o simbólica— él se ocupaba de encenderla.

No se limitó a administrar: planificó, ejecutó y controló cada obra como si fuera personal. Su impulso fue decisivo para que Corrientes diera un salto histórico hacia la modernidad, en una época en la que muchas provincias del interior debían luchar contra el aislamiento y la postergación. Piragine Niveyro entendía que el desarrollo no era una palabra de campaña, sino una tarea diaria, sostenida en el tiempo y con resultados visibles.

Este homenaje tiene para mí un valor especial. Mi padre el escribano José Raúl Pereyra, ya fallecido, formó parte de la Comisión de Homenaje Permanente a su figura junto a otros destacados amigos y protagonistas de nuestra comunidad. En mi hogar, su nombre era sinónimo de respeto y admiración. Crecí escuchando historias sobre su compromiso, su austeridad y su firmeza para tomar decisiones que beneficiaran a la provincia, aunque no siempre fueran las más fáciles. Esos relatos moldearon en mí la certeza de que la política, cuando se ejerce con honestidad y vocación de servicio, puede cambiar la vida de las personas.

Su liderazgo no se construyó sobre la confrontación estéril, sino sobre el consenso y el respeto. Supo dialogar con todos los sectores, pero sin resignar sus convicciones. Mantuvo siempre la palabra empeñada, y en tiempos en que la política muchas veces se desvía de sus propósitos originales, su ejemplo nos recuerda que la coherencia es una virtud que nunca pasa de moda.

A la distancia, es imposible no notar cuánto le debemos. Muchas de las bases del desarrollo actual de Corrientes fueron puestas durante su gobierno. Su obra es tangible, pero su mayor legado es intangible: la cultura del trabajo bien hecho, la certeza de que gobernar es servir y no servirse.

Hoy, cuando tantos correntinos reclaman que la política vuelva a mirar de frente a la gente, el recuerdo de Fernando Piragine Niveyro se convierte en una brújula moral. Nos recuerda que es posible hacer las cosas bien, que la gestión pública puede y debe ser un motor de oportunidades, y que el verdadero poder se mide por el bien que se hace.

Fernando Piragine Niveyro fue un gran gobernador, sí. Pero, sobre todo, fue un gran correntino. Y en este homenaje, lo recordamos con gratitud, con admiración y con el compromiso de mantener vivo su ejemplo, para que las próximas generaciones sepan que Corrientes tuvo, y puede volver a tener, líderes de su talla.

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