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Villarruel, la más temida

Sabado, 02 de agosto de 2025 a las 22:00

Aunque no haya sido una circunstancia buscada por el oficialismo local, la visita de la vicepresidenta de la Nación se coló en la campaña electoral por el costado de la historia. Si bien es cierto que no hubo expresiones de tenor político y la gestualidad del momento se limitó al intercambio protocolar entre la vicepresidenta Victoria Villarruel y su anfitrión, el gobernador Gustavo Valdés, la sola presencia de quien ha sido catalogada como enemiga de Javier Milei se tradujo como un sutil mensaje de insubordinación emitido por la Rosada provincial a la Rosada nacional.

No hicieron falta expresiones taxativas a lo largo de la sentida ceremonia organizada para devolver a Corrientes las cenizas de uno de sus héroes más entrañables, pero dado el intento nacional por obstaculizar el traslado (que resultó infructuoso), el balance final de la jornada dejó flotando una conclusión tácita: la correntinidad no se dejará hegemonizar por maquinaciones porteñas en razón de que sus antecedentes más gloriosos de autodeterminación e inexpugnabilidad permanecen tan vigentes como en Pago Largo.

Como es de conocimiento público, Villarruel es la contrafigura más odiada por su compañero de fórmula. La relación entre ambos terminó de quebrarse luego de que en el Senado de la Nación, presidido por la número dos de la dupla, se aprobaran leyes contrarias al plan de ajuste que motoriza el jefe de Estado, quien la catalogó de traidora y la condenó al destierro de La Libertad Avanza.

Con esa foja de servicios, la dama que alguna vez fue vanamente preanunciada como la cabeza de las políticas de defensa y seguridad de la actual administración, llegó a Corrientes para ser parte de una reivindicación histórica que conmovió hasta las lágrimas a miles de admiradores de la gesta sanmartiniana: el regreso a su tierra de los restos mortales del Sargento del Regimiento de Granaderos Juan Bautista Cabral.

La inmolación del soldado que el 3 de febrero de 1813 descendió de su caballo para rescatar al General San Martín de lo que parecía ser una muerte segura, lo convirtió en el primer mártir de la emancipación sudamericana y en factótum de la continuidad de un plan estratégico diseñado por el Padre de la Patria para avanzar hacia la definitiva independencia americana desde el Río de la Plata, pasando por la Cordillera, Chile y el Pacífico, hasta el Alto Perú.

La carga simbólica de los episodios revividos en las últimas horas por la memoria ciudadana es subyugante por cuanto definen la personalidad colectiva de una provincia fundacional de la Patria, cuya estirpe se expresó ayer, desde el solar preservado en la tricentenaria San José de las 7 Lagunas Saladas,  en dos planos: el de la solemnidad institucional y el de la rebeldía ancestral de un pueblo indomable.

Porque atención: esto que pasó en Corrientes no podría ocurrir en ningún otro mosaico geográfico de la Argentina. Concretamente, que las dos figuras históricas recordadas en los acontecimientos transcurridos ayer hayan nacido exactamente en el mismo enclave litoraleño catalogado como cantera del coraje idiosincrático del ser nacional.

Villarruel supo decodificar el sentido semiológico de un patrón histórico que soslaya diferencias de coyuntura para posarse en coincidencias de fondo y logró hacer pie en un vértice transideológico que por un instante clausuró toda grieta. Asimiló el orgullo ecuménico que inspiran las figuras de San Martín y Cabral, una lectura que el mileismo desaprovechó al punto de restarle importancia a una cruzada que los saladeños impulsan hace décadas.

El gobernador Valdés, quien respaldó desde siempre la repatriación, solo tuvo que sonreír ante las cámaras para dejar encendida una luz amarilla en la nunca consumada (pero tampoco descartada) sociedad política con el espacio libertario, una alternativa que desde un principio fue abonada por el superasesor Santiago Caputo, cuyo plan de matrimoniar a LLA con Vamos Corrientes y la pata peronista de Camau Espínola terminó desactivado por la hermana Karina, madrina de la candidatura que hoy ostenta Lisandro Almirón.

La presencia de Camau también resultó sintomática de la virtual frontera diferenciadora trazada por los protagonistas de la veneración al querido sargento. El senador correntino es (¿o fue?) un aliado externo del triángulo de hierro y acompañó las leyes impulsadas por el presidente para conferir gobernabilidad al primer tramo de su comandancia, pero hace pocos días marcó un contrapunto mediante la consigna “no a los cheques en blanco” para quien rehúye al diálogo.

El contraste se hizo evidente. Mientras la vicepresidenta era recibida con honores (como en Tucumán el pasado 9 de julio) por una comunidad agradecida con su actitud de haberse hincado ante la grandeza de Cabral, el inquilino de Olivos rubricaba los decretos de veto a las leyes de recomposición de jubilaciones y protección a los discapacitados.

El legado de un héroe de orígenes tan humildes como los sectores vulnerables que pagan el costo económico y social de la motosierra se transformó, de pronto, en una ventana desde la cual se puede vislumbrar el futuro de una Argentina estragada por la caída del consumo, la pérdida de divisas, el endeudamiento externo y un plan de sostenimiento artificial del tipo de cambio que comenzó a hacer agua con la escalada del dólar.

Hablar de Cabral y de la economía pareciera imposible, pero lo cierto es que el ejemplo de cualquiera de los prohombres que ofrendaron su sangre a la causa nacional resuena como un llamado de atención para las conciencias adormecidas frente al alineamiento del actual Gobierno Nacional con los poderes fácticos que se relamen frente a la exuberancia de una Argentina llena de gas, litio, agua dulce y tantos otros recursos naturales.

¿Qué más se puede atisbar a través de la ventana al porvenir que se abrió en Corrientes ayer? En un ejercicio de hipotetismo político, la autonomía que Valdés pudo sostener pese a las presiones de un centralismo nacional que, como ha sido una constante en 40 años de democracia, retaceó recursos y paralizó obras, invita a imaginar un posicionamiento cercano al recientemente conformado bloque de gobernadores desacoplados del tren mileista.

La llamada ancha avenida del medio encuentra en el equilibrio y la legitimidad intrínseca de los mandatarios provinciales la vía de escape al dilema de elegir entre dos fuegos. Todavía no parece, pero la categoría de votantes hartos de los extremos, dispuestos a abjurar de la dicotomía binaria “kirchnerismo/mileismo”, se expande silenciosamente a partir de una evidente demanda de tranquilidad socioeconómica y buen gusto filológico.

Entre las metáforas escatológicas ejercitadas por los influencers de las “Fuerzas del Cielo”, la represión a los jubilados, la destrucción de la matriz productiva, la soberbia de un peronismo cooptado por los mismos de siempre y la ausencia de opciones que ejerciten la sana ponderación de males para definir si es mejor ajustar por la base o por la cima de la pirámide demográfica, la opción por el equilibrio gana cuerpo a través de modelos como el aplicado en Corrientes: una mezcla exacta de control del gasto público e inversión estatal con finalidad social.

De cuidar la salud fiscal sin desproteger a los débiles se trata, tal como hizo José de San Martín en su rol de gobernador de Cuyo, cuando desde el Estado creó escuelas, hospitales, bibliotecas y un sistema económico basado en la distribución equitativa de la tierra. Y quién dice San Martín dice Cabral. Y quién dice San Martín y Cabral dice Corrientes. De allí que no haya sido casual el desembarco de la antagonista más temida por el presidente.

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