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Para evitar otra catástrofe

Por El Litoral

Sabado, 27 de septiembre de 2025 a las 20:06

Si el gobierno pretende recuperar apoyos, debe crear una nueva gesta explicando que el bien común consiste en reparar la represa y no en excavar sus bases utilizando las universidades, los hospitales o las personas con discapacidad con fines subalternos. No hay marchas, ni carteles en las bancas denunciando la industria del juicio, el desequilibrio jubilatorio, las compras del PAMI o el manejo sindical de las obras sociales.
Es el momento de quitar la vista del suelo, mirar hacia arriba y mostrar a los argentinos que estamos aguas abajo de un dique fracturado. Si algún otro dirigente logra votos para repararlo, bienvenido sea. Pero tendrá que utilizar la misma caja de herramientas, pues así lo enseña el sentido común y la experiencia ajena.
Nos guste o no, la gestión libertaria está sosteniendo una represa a punto de fracturarse a la que todos han hecho rebalsar. Habrá matices, pero la fórmula de déficit cero, combate a la inflación, baja del costo argentino, apertura económica y reducción estatal es ineludible para evitar la catástrofe. Si el intento fallase y la represa se derrumbase, no por una receta equivocada, sino por ilegibilidad de la letra de quien la prescribió, sería un fracaso imperdonable.
La crisis de 2023 estará siempre latente mientras la Argentina no confíe en su moneda y sea un país dolarizado. Por muchos años, la fuga del peso siempre estará alerta, pendiente de cualquier traspié para gatillar corridas cambiarias, rupturas de cadenas de pagos y cierres preventivos de comercios. Esto debería ser repetido ad nauseam porque la gente cree que eso ya pasó, que la cabeza del dragón ha sido cortada y que ahora es posible pedir reactivación con los mecanismos tradicionales del populismo, como “darle a la maquinita” o con líneas de crédito blandos. Sería como excavar al pie de una represa a punto de romperse. Cuando el Presidente veta la financiación universitaria o la emergencia pediátrica, no lo hace para cumplir con la partida doble del fraile Luca Pacioli, sino para dar una señal inequívoca a quienes descreen de los argentinos de que, esta vez, no se repetirán los mismos errores de sus predecesores, democráticos o militares. Lo importante es la firmeza de esa convicción, aunque el populismo logre luego revertirla en el Congreso.
Esa tenacidad en defensa del déficit cero es aprovechada por la oposición, que, tomando la estabilidad como un fenómeno natural y soslayando su fragilidad, insiste en costosas medidas de impacto político para dejar al gobierno arrinconado contra la pared de la represa, sosteniéndola en soledad. De la rajadura, no se habla.
Tampoco es cierto que la actual pax pretium se haya logrado gracias al esfuerzo de “toda la población” como predican con calculado ecumenismo. Ha sido a pesar de la oposición de tantos que viven del gasto estatal y se niegan a asumir los costos que la estabilidad implica para sus bolsillos, logrando victorias parciales con mayorías parlamentarias y sospechosas cautelares que perjudicarán a los más pobres.
De poco y nada servirán los aumentos en el presupuesto universitario y las leyes de emergencia para las personas con discapacidad o la salud si la población sufre un empobrecimiento mayor por la consecuente suba del riesgo país, derivada de presiones políticas que vuelven a poner en peligro el equilibrio fiscal.
En los pasados meses, se ha conjurado el derrumbe de una represa fisurada por la lluvia de pesos que elevó el agua hasta la cota máxima del embalse. La pared se sostiene con dificultad y se requieren reformas estructurales para darle solidez y hacerla perdurable. Y también confianza de que estas ocurrirán, para que los argentinos no corran buscando refugio descreyendo de las promesas, como siempre.
Temen los cambios, pues han tenido trabajos inestables alterados por crisis, ajustes, euforias y nuevas caídas.
Ahora necesitan un relato convincente para entender por qué esta vez será diferente. Si un avión atraviesa una tormenta, un capitán experimentado transmite calma a los pasajeros y confianza en su idoneidad para superarla. No grita, no insulta, ni habla de forma incomprensible.

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