Frente a estos obstáculos, que hablan de una gestión que empieza a estar corroída en su credibilidad, aparece la gran pregunta, interrogante que se debe resolver a partir de las elecciones y que se formulan los inversores con ojos utilitarios: hay un líder, que es Milei. ¿Habrá un oficialismo, es decir, un conjunto político más o menos vertebrado, con capacidad parlamentaria de llevar adelante reformas? Es probable que si no se constituye ese oficialismo, el líder empiece a perder fiabilidad y sea aún más complicado alcanzar las metas económicas que el Gobierno se propone para la segunda mitad de su mandato.
Carlos Pagni, en su artículo titulado “Radiografía de una crisis política”, del 2 de septiembre, diario La Nación.
El inicio de un relanzamiento involuntario por parte del presidente Javier Milei y, en efecto, de su gobierno todo, será con la parada electoral bonaerense.
Será este su intento por emitir su mensaje sinfónico de derrotar al kirchnerismo y al mismo tiempo enviar un recado a quienes lo quieren correr de la centralidad en el espectro de la derecha argentina. Que es, en sí mismo, un modelo económico.
El columnista del diario Clarín Ignacio Miri lo sintetizó de modo extraordinario en las últimas horas al decir que se trata de “una elección desangelada para ocupar cargos en uno de los cuerpos legislativos más opacos de la Argentina ganó una importancia política imposible de imaginar hace unos pocos meses. Los políticos, los jueces, los empresarios y los agentes del mercado financiero están casi obsesionados preguntando y preguntándose qué resultado tendrá la elección de este domingo, cuando los bonaerenses voten para renovar parte de la Legislatura provincial, los concejos deliberantes y los consejos escolares de los municipios.
Esa elección no dirá mucho sobre la fortaleza política del Gobierno, excepto porque la suma de los votos que se registren en las ocho secciones en las que se divide la Provincia -no es una elección unificada en todo el territorio porque en cada sección se eligen candidatos distintos a diputados y senadores bonaerenses- será una muy buena herramienta para proyectar en la elección de octubre, cuando se renovará la mitad de la Cámara de Diputados de la Nación y un tercio del Senado.
En ese turno sí se jugará el Gobierno la construcción de una minoría legislativa que le permita defender los vetos presidenciales o los decretos que firme Milei, algo que, según se pudo ver en las últimas sesiones legislativas, hoy no puede hacer la Casa Rosada.
Es cierto que gobernar mediante decretos y vetos no le permite a ningún Presidente establecer reformas económicas o sociales perdurables, porque cualquier cambio en la minoría los convierte en papel mojado y porque medidas tomadas sobre esas bases son muy endebles jurídicamente, pero la política y el mercado consideran hoy que sin esas condiciones mínimas de gobernabilidad, el Gobierno se convertirá en un tembladeral.
La previa de esta elección modesta quedó enrarecida por una serie de tropezones y errores del oficialismo y por la certeza de que las dificultades con las que comenzó Milei su gestión eran enormes.
Este jueves, el Senado consiguió por primera vez anular un veto del Presidente, cuando insistió en la ley que sostiene el financiamiento de las prestaciones para las personas con discapacidad. Esa es la forma que encontró la oposición de destrabar el bloqueo legislativo que había instaurado el Gobierno, y que puede convertirse en el indicio de la debilidad en la que se encuentra el Presidente: no puede condicionar las leyes mediante alianzas en el Congreso y tampoco consigue apoyos para sostener algunos de sus vetos.
El Senado votó otro proyecto que puede ser más inquietante para el oficialismo de hoy, y también para el que surja luego del resultado electoral de octubre: la limitación de los Decretos de Necesidad y Urgencia, el otro mecanismo, además de los vetos, que Javier Milei convirtió en herramienta esencial para gobernar. Una mayoría apabullante de senadores, que juntó al peronismo, la UCR, el PRO y los federales, votó por cambiar completamente los requisitos que debe cumplir un DNU para seguir en vigencia. Si Diputados convierte en ley en texto, un DNU quedará firme sólo si las dos cámaras del Congreso lo ratifican con el voto de la mitad más uno de los legisladores presentes en un plazo menor a 90 días. Para decirlo más claramente: si el texto se aprueba, firmar un DNU será más difícil para un Presidente que hacer aprobar una ley”.