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El mundo Tulio Crespi: el orgullo nacional en las pistas

El constructor argentino que comenzó a fabricar sus propios autos en el barrio porteño de La Chacarita hoy se mantiene en actividad plena y produce autos exclusivos para los usuarios más selectos desde Balcarce. Un genio de la artesanía automotriz que conquistó París y sigue vigente, contratado por una superproducción de Netflix.

Por El Litoral

Sabado, 27 de julio de 2024 a las 12:01

Por José Luis Zampa

Salvo los más conocedores del mundo automotor, los argentinos en general no saben quién es y cuál es la inconmensurable obra del constructor Tulio Crespi. Fabricante de la enorme mayoría de los automóviles de fórmula utilizados en las categorías regionales y nacionales, el talentoso hacedor de modelos legendarios como los Torino Tulia y los Renault Tulieta continua al frente de su fábrica de Balcarce y se proyecta al mundo con novedades que darán que hablar.

Hasta su planta de la ruta 226 llegamos para entrevistarlo en compañía de otro enorme protagonista del automovilismo nacional, Oscar “Cacho” Fangio, quien ofició de guía hasta el cuartel general de Tulio, ubicado en la entrada de Balcarce, ciudad en la cual Crespi se afincó por iniciativa del mejor piloto de todos los tiempos, el quíntuple campeón mundial de Fórmula 1 Juan Manuel Fangio.


Así, con Fangio hijo completando el triángulo de una entretenida conversación que se extendería por varias horas, transcurrió una entrevista deliciosa que comenzó en la cafetería situada frente a la planta Crespi y continuó entre las maquinarias que el genial hacedor de autos regentea como si el tiempo no hubiera pasado. Es que Tulio Crespi (al igual que Cacho Fangio) cumplió 86 años hace algún tiempo, un dato cronológico que podría pasar inadvertido si él mismo no lo mencionara.

Con aires de juventud irrefrenables, Tulio se mueve como un pibe de 20, con la agilidad suficiente para saltar el guardarrail que divide ambas manos de la carretera. Así, con pasos ágiles y bebiendo el viento helado del invierno bonaerense, el fundador de industrias Crespi llega hasta Guolis, la cafetería donde invita con un desayuno generoso. “Estaba esperándolos, me dijo Cacho que venían, tomemos un café y empezamos”, comenzó, afable.

No hacía falta preguntar. Con solamente mencionar disparadores como “París” o “Fórmula 1”, el gran Tulio se lanza al relato. “Yo construía mis propios autos en un taller que teníamos con mi hermano cerca de la avenida Warnes, corríamos con nuestros propios autos y a fuerza de triunfos comenzamos a hacernos notar. Hasta que un día Fangio vino a verme y me alentó para radicarme en Balcarce, en un lugar más amplio que es donde ahora está la fábrica”, recuerda Tulio.

La trayectoria de Crespi encuentra puntos culminantes como su participación en el Salón de París de 1975, hasta donde llegó invitado especialmente con un Tulia GT y una Tulieta, los dos sport de calle que produjo en los años 70. Esos autos se habían conocido en Europa mediante publicaciones en revistas especializadas, por lo que llamaron la atención de los organizadores, quienes decidieron convocarlo ante la inesperada ausencia de Lotus, que se había bajado de la muestra a último momento.

Los autos Crespi causaron sensación, máxime cuando se hizo presente Juan Manuel Fangio en el stand. Comenzaba así una gran amistad con el quíntuple que lo conduciría hasta Balcarce, donde Tulio instaló definitivamente su factoría allá por 1980.

Hoy, con 60 años de experiencia y en plena acción, cuenta con la ayuda esencial de sus hijos y sigue adelante con logros trascendentales como la construcción de las réplicas para la serie sobre la vida de Ayrton Senna, de Netflix, un tema sobre el cual Tulio no puede explayarse por razones contractuales hasta el estreno.

Lo más interesante es seguir el paso a paso del proceso de producción. Tulio está con su delantal azul, con las manos en las herramientas y al lado de sus colaboradores. Controla personalmente el acabado de las piezas. Una homocinética, una rótula, un extremo. Todo es artesanal y al observar las distintas máquinas en movimiento se comprende cabalmente por qué los autos Crespi son prácticamente eternos.

Un ejemplo: para cortar las barras de acero con la que se fabricarán los componentes del tren delantero, se utiliza una sierra de la vieja escuela, es decir, una hoja de acero movida acompasadamente por un sistema de bieleta que desliza el filo delicadamente sobre el material, hasta dividirlo. La consulta era de cajón. ¿Por qué no utilizan las sierras circulares modernas que cortan en segundos? Tulio respondió con firmeza: “Eso no porque me destempla el acero y dura menos”.

 

Con esos métodos tan cuidados es lógico el éxito de Crespi, cuyos autos corrieron más de 230.000 carreras a lo largo de seis décadas. Tanto en las categorías promocionales como en la recordada Fórmula 1 Mecánica Argentina. El mundo Tulio tiene mucho más para contar, por lo que habrá nuevos capítulos de esta historia.

Por lo pronto, en el programa Combustión Interna, emitido anoche, desde las 20, por El Litoral Radio, pudieron verse imágenes únicas de lo que no es un simple taller, sino un atelier del que salen obras de arte que pueden manejarse a más de 250 kilómetros por hora.

 
 
 
 
 
 
 
 

Homenaje merecido

El informe que aparece en esta página de El Litoral no es ni el primero ni el último que se escribirá sobre la obra de Tulio Crespi, pero intenta sumar una gragea más al homenaje que desde hace muchos años merece el gran constructor argentino. El apellido Crespi es un símbolo de la inventiva nacional y quien haya visto alguna carrera de monopostos en la Argentina u otros países de Sudamérica, sin dudas tuvieron contacto con su legado: en todas ellas, a no dudarlo, hubo un Crespi en pista.

 

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