La Nasa informó que el Sol atraviesa una fase de actividad que puede generar tormentas geomagnéticas con efectos en las telecomunicaciones, el transporte y el suministro eléctrico a nivel mundial.
Durante estos periodos, el campo magnético solar se reorganiza y lanza eyecciones de plasma al espacio. El fenómeno contrasta con las proyecciones previas que anticipaban un periodo de calma solar.
La actividad del Sol que se registra actualmente corresponde al Ciclo Solar 25, que comenzó en 2020 y se extenderá hasta fines de esta década. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (Noaa) proyecta que el ciclo 26 podría iniciar entre 2029 y 2032, aunque los científicos no pueden anticipar su intensidad con certeza.
La intensa actividad que se registra en estos días, por fuera de las proyecciones científicas, son captadas y medidas de manera mucho más sencilla gracias a las últimas innovaciones tecnológicas. Eso lo pudo comprobar el equipo de Unne Medios, que al intentar poner en vuelo el dron para captar imágenes, el control de mando del dispositivo altertaba sobre un notorio incremento del índice Kp.
“El índice Kp mide las fluctuaciones del campo magnético terrestre en estaciones geomagnéticas ubicadas en diferentes sitios de la superficie. Estas fluctuaciones se deben a la perturbación del campo magnético terrestre por la interacción de estructuras magnéticas de origen solar con la magnetósfera, que inyectan partículas cargadas en las corrientes de anillo que rodean al planeta”.
Quien brindó las explicaciones sobre el índice desconocido y sobre distintos aspectos de las tormentas geomagnéticos, es el doctor Marcelo López Fuentes, investigador del Instituto de Astronomía y Física del Espacio (Iafe) y miembro del Conicet-UBA.
Los temas de investigación de López Fuentes son la actividad solar, estructuras magnéticas solares y la dinámica de la corona solar. La robustez del conocimiento que este investigador comparte y enseña es producto de su experiencia científica en centros de investigación internacionales, como el Naval Research Laboratory (NRL); la Nasa Goddard Space Flight Center de Estados Unidos, y en el Observatorio de Paris, Francia.
“El índice Kp toma valores entre 5 y 9, dependiendo de las condiciones geomagnéticas. Estos valores califican el impacto potencial de las tormentas geomagnéticas en niveles desde «bajo» hasta «extremo», según la clasificación de la Noaa.
“Las tormentas geomagnéticas influyen en la estabilidad de la ionósfera terrestre y afectan la propagación de las ondas de radio que utilizan los sistemas de posicionamiento global. El funcionamiento de los drones depende de este sistema de localización, y cualquier intermitencia o ruptura en las comunicaciones de radio puede llevar a la pérdida del control de navegación de los artefactos”.
“Por eso no se aconseja el uso de drones en situaciones de riesgo geomagnético. Los recaudos similares se imponen sobre otros sistemas tecnológicos y de comunicación como los satélites”.
Ciclo Magnético Solar. “El ciclo magnético solar tiene una periodicidad de 11 años y se asocia con procesos que ocurren en el interior del Sol”.
"Estamos atravesando el máximo del ciclo solar", señaló López Fuentes. El efecto visible es la presencia de manchas solares en su superficie. Estas manchas son manifestación de las regiones activas, zonas de campo magnético donde se originan las fulguraciones y eyecciones coronales de masa.
Al haber más regiones activas durante el máximo solar, aumenta la frecuencia e intensidad de estos fenómenos, con consecuencias sobre el medio ambiente espacial de la Tierra cuando las estructuras interactúan con la magnetósfera del planeta.
El evento Carrington y los riesgos actuales. El evento Carrington de 1859, nombrado así por el astrónomo que lo identificó, fue el más intenso del que se tiene registro. Las tormentas geomagnéticas registradas entonces afectaron el sistema eléctrico. “En esa época, cuando la red eléctrica correspondía a la red telegráfica, hubo testimonios de choques eléctricos sobre algunos operadores e incendios de cabinas”.
López Fuentes explicó que en presencia de estructuras de material conductor, como los tendidos eléctricos, las tormentas geomagnéticas pueden producir corrientes de alta energía que los sistemas no pueden soportar. Esto puede llevar a la destrucción de líneas y transformadores de alta tensión.
En 1989, un evento de características similares al evento Carrington, aunque de menor intensidad, afectó a parte de la red eléctrica de Norteamérica. En la actualidad, ante la amenaza de tormentas geomagnéticas, se toman recaudos como el apagado e interrupción de circuitos y redes.
Impacto en el hemisferio sur. El hemisferio sur entra en el verano, temporada de sobrecarga en sistemas eléctricos y de apagones frecuentes. Consultado sobre si una tormenta solar podría agravar esa situación estacional, López Fuentes confirmó que cualquier efecto debido a la actividad geomagnética complicaría más la situación de cortes e interrupciones por sobrecarga en el sistema.
El investigador mencionó que luego del apagón de junio de 2019, que afectó a parte del territorio argentino y Uruguay por causas técnicas, hubo intentos de establecer protocolos de seguridad ante la posibilidad de efectos en la red nacional debidos a la actividad geomagnética, aunque se desconoce el avance en este aspecto.
Respecto a la posibilidad de observar una aurora australis en latitudes bajas como el Norte argentino, López Fuentes explicó que debería tratarse de un evento de intensidad extrema. “La región Norte del país se encuentra por encima de los 30 grados de latitud sur, lo cual hace el fenómeno improbable”.
Las auroras australes son la manifestación visible de las tormentas geomagnéticas, que ocurren cuando las partículas solares cargadas eléctricamente chocan con la atmósfera de la Tierra. Estas partículas son desviadas por el campo magnético terrestre, pero penetran cerca de los polos, interactuando con gases como el oxígeno y el nitrógeno para producir las luces aurorales.
Las tormentas geomagnéticas más intensas-como las que se registran- provocan auroras más brillantes y activas, que pueden verse en latitudes más bajas de lo habitual, como en la Patagonia.
Otro de los motivos por lo que López Fuentes considera poco probable que se pueda apreciar una aurora australis en la región es que “el campo magnético terrestre no se encuentra alineado con el eje de rotación de la Tierra, y el polo sur magnético se encuentra desplazado del polo sur geográfico algunos grados hacia Australia, lo que hace que Argentina se encuentre más lejos del polo sur magnético y reduce aún más la probabilidad de visibilidad de auroras en el norte del país”.
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