Es cierto que cuando un ser humano relata una historia la impregna de rasgos muy personales. También es cierto e inevitable para algunos,
por lo general, direccionar objetivamente la visión con la que describen los hechos, pues la apoyan en un pedestal construido con los escombros de experiencias personales no siempre felices, que mucho suele influir en las tintas que narran las descripciones.
Tiene mucho que ver la historia que cada uno cuenta con la manera de sentir la vida o con el espíritu que llenó las alforjas de su formación humana. Por eso una historia con dudas rigurosas como la paternidad del general San Martín, más allá de la audacia de sus autores, debe ser considerada con generosidad por quienes entendemos que, seguramente, con honestidad intelectual, lo que impulsa a sus
autores no es trascender por la trasgresión sino más bien por aportar certezas a incógnitas que viven en ellos más que en la sociedad que
mira al hombre como es y no al progenitor, a quien sólo considera autor de una criatura cuya misión en la vida será la de soltarse autónomamente en un vuelo inconmensurable sin lazos ni ataduras.
No obstante, la historia tiene hechos que son inamovibles porque están apoyados sobre la documentación inalterable que le fue dando forma. Y no precisamente la que los archivos guardan en un papel, como es la que certifica que Juan de San Martín es el padre y Greogia Matorras su
mamá, sino aquellos papeles que marcan del derrotero por la vida de los hombres y mujeres que hicieron nuestra historia.
Año por año
* El 2 de abril de 1782 se casan en Buenos Aires Diego de Alvear (supuesto padre de San Martín) y María Josefa Balbastro (tía tatarabuela del autor de esta nota).
* Josefa Balbastro nació en Buenos Aires el 18 de febrero de 1767 (sus padres llegaron al Río de la Plata en 1747) y conoció a Diego de Alvear en las reuniones sociales de la época, agraciada por su
belleza, atributo común en la familia, y que el historiador Vicente Fidel López calificara de proverbial. Josefa era 18 años menor que
Diego.
Se casaron no sin antes solicitar la correspondiente licencia real. El capitán de navío don Diego Estanislao Alvear y Ponce de León, se hallaba en el Río de la Plata en comisión. Había nacido en Montilla, Andalucía (España), el 13 de noviembre de 1749.
Al celebrarse el tratado de límites de San Ildefonso, entre las Cortes de Madrid y
Lisboa, fue nombrado por parte de España Primer Comisario y Astrónomo de una de
las secciones en que fueron divididos los trabajos de demarcación de lo que serían
los límites entre Argentina y Portugal. Ha dicho un autor que la historia de estos trabajos está llena de peripecias, aventuras, privaciones y sufrimientos.
Agregando que Alvear adquirió fama de prudente, valeroso y entendido oficial de ilustración nada común: principalmente en ciencias físicas y exactas, y conocimientos tan vastos en filología, que a pesar de su menor graduación fue
nombrado en 1783 comisario agrónomo de la Comisión demarcadora de límites.
* Luego de su casamiento en 1782 (recordemos que San Martín ya tenía 5 años por entonces) y tras nacer su primer hijo, Benito Manuel Diego y
luego de quedar nuevamente embarazada Josefa, Diego de Alvear parte en ese año 1884 a radicarse en las antiguas misiones jesuíticas para
dirigir el trazado de límites que determinó el acuerdo entre España y Portugal.
* En 1784 nace el primer hijo del matrimonio, Benito Manuel Diego y luego, tras el
nacimiento de su hija María Manuela, Pepa Balbastro, como era conocida familiarmente, parte para la región de las Misiones Jesuíticas, en la provincia de Corrientes, para reunirse con su marido. Lo hace en compañía de su hermano Eugenio José Balbastro (tatarabuelo del suscripto) y de Elías Galván, quien sería maestro
de los hijos del matrimonio Alvear-Balbastro. Recordemos que Galván, hijo de una
Cabral, gobernó Corrientes en los tiempos de la Revolución de Mayo y a la vez fue
funcionario del general Carlos de Alvear.
* Ya radicado en Santo Ángel Custodio, antigua estancia jesuítica, nacieron los restantes siete hijos: Zacarías, María Josefa, Juliana, Ildefonso, Francisco Solano, Francisco de Borja y el 25 de octubre de 1789, quien sería el segundo
Director Supremo del Río de la Plata y héroe de Ituzaingó, Carlos Antonio José Gabino del Ángel de la Guarda de Alvear y Balbastro.
* Diego de Alvear y Josefa Balbastro son, además: abuela de Torcuato, primer Intendente de Buenos Aires en 1880 y bisabuela de Marcelo Torcuato, Presidente de la Nación en 1922.
* Diego de Alvear termina su tarea de límites en el año 1801 y se establece en Buenos Aires y en 1804 se embarcó en la fragata Medca, perteneciente a la división que integraban las unidades de la misma clase, Fama, Mercedes y Clara, en calidad de segundo jefe de la división, la que se dirigía a España, yendo embarcada en la
Mercedes, su esposa e hijos, con excepción del mayor de estos últimos, Carlos, de
carácter insoportable, por lo que su madre lo envió al buque en que iba su progenitor. Después de 57 días de navegación, el 5 de octubre de 1804, fueron atacados por flotas inglesas, teniendo que rendirse la división española, pero
lamentablemente la fragata Mercedes se incendió pereciendo la esposa, María Josefa
Balbastro sus siete hijos, cayendo su hijo Carlos y don Diego prisioneros de los ingleses.
La distancia es como el tiempo
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Como dice la canción “la distancia es como el tiempo”; y la distancia y el tiempo forman parte de la rotación de la tierra y no de nuestras
suposiciones. Si bien las famosas “cartas de amor” circularon, circulan y circularán por el mundo por los siglos de los siglos, científicamente, más
allá del poder enorme que encerraron y encierran esas misivas, aunque hoy transiten por internet, es demostrable que la pasión que las mismas
encierran, no alcanzan a la consumación que inspira la pasión más desbocada.
Por lo tanto, la aborigen Rosa Guarú, al menos en los años que rodearon al nacimiento de José de San Martín, nunca pudo haber quedado
embarazada de quien llegó a la región recién 6 años después.
Pero en tren de novelar la historia, lo que estimo es un acierto de los tiempos literarios, siempre y cuando se construya con la rigurosidad histórica que la documentación certifica, son posibles
otras consideraciones que pueden ser tenidas en cuenta.
Siempre entendí que la historia está hecha por hombres y mujeres de
carne y hueso, y que por lo tanto, las descripciones debemos ajustarla a los contextos que circundaban a los protagonistas.
Para no enfrentar categóricamente la afirmación de investigadores sobre los rasgos americanos de San Martín, y sin ánimo de faltar el espeto sino tan sólo de señalar cosas que ocurren en el mundo real,
por más “próceres” que los actores sean, - podría haber sucedido por l mes de mayo de 1777 que don Juan de San Martín, tras concluir sus
tareas matinales de gobernante del Cabildo de Yapeyú, haya llegado a u casa, motivado por el otoño subyugante del cristalino río Uruguay y
justo, doña Gregoria, lo recibía, pero, con un fuerte “dolor de abeza” y que esto, haya llevado al padre del libertador a inclinarse or tomar unos mates con Rosa Guarú-.
Las fechas son categóricas. Diego de Alvear, salvo por crrespondencia, no pudo ser jamás progenitor de José de San Martín y ue la novela que describo con el respeto que las personas
involucradas se merecen- puede aproximarse a la verdad, eso sí ya es na cuestión de comprobación científica, la que inclusive, creo que la dbemos dejar pendiente para siempre, porque la verdad está en el ibertador y no en sus progenitores.