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Murales correntinos, testimonio de la paz en un kibutz israelita

Por El Litoral

Martes, 26 de junio de 2007 a las 21:00
José Kura y Daniela Almeida junto a Mozo Zepeñuk, coordinador de tareas artísticas en el kibutz Orhaner, en Israel. Dos trabajadores palestinos ayudaron a concretar los ocho murales.
Cuando José Kura y Daniela Almeida recibieron la invitación del correntino Mozo Zepeñuk que hace más de 30 años reside en un kibutz en Israel, para realizar su tarea muralística a 15.000 kilómetros de la capital correntina, no dudaron en aceptar la propuesta. Era en principio, una experiencia que como artistas los enriquecería, sin imaginar que en su interior, traerían una fortuna mucho mayor: la de convivir con gente que tiene esperanzas de paz, muy cerca del olor de la guerra.
Ubicado a 120 kilómetros de Tel Aviv, capital del estado de Israel, y a 4 kilómetros de la Franja de Gaza, el kibutz Orhaner es un poblado cooperativo que alberga a 200 familias, muchas de ellas de origen argentino. Los artistas que desde esta ciudad viajaron, se unieron a la comunidad que realiza una distribución equitativa de los bienes, por tanto, el preciado bien de las ocho obras realizadas, quedaron en posesión de quienes, con ansias de un futuro mejor, apuestan a la paz. El motivo era más que valedero: Orhaner cumplía 50 años.
De regreso a Corrientes, José Kura visitó El Litoral, medio periodístico que por internet se leyó en el salón comedor del kibutz, durante la hora del almuerzo, anunciando la partida de Kura y Almeida a principios de este mes.
“El diario Marir en idioma hebreo y el diario Aurora, decano de la prensa israelí en castellano, a doble página se hicieron eco de este proyecto de intergación a través del arte. El kibutz no se eligió al azar entre los casi 300 existentes. Vecino próximo es Ari Kotler, un artista importante en la región, que hace 20 años estuvo en Misiones dando un curso intensivo sobre la técnica del esgrafiado, sobre el inicio de esta cultura de las manos que luego tomé como ruta viable dentro de mi profesión”, dice Kura y despliega fotografías que remiten a lo sucedido recientemente.
“Fue una experiencia humana terriblemente enriquecedora, no un viaje de turismo sino la visión de dos trabajadores en contacto con otro estado de la vida. Frente al espanto, anteponer el arte es creer que el futuro significa mucho más que la decisión de los que hacen la guerra. La paz es posible si se conservan los sueños”.
Ocho murales quedaron en testimonio de esta premisa. Las manos que para su concreción trabajaron lo dicen todo: José Kura, correntino, Daniela Almeida, de La Plata, ambos argentinos, Mozo Zepeñuk como coordinador, también con sangre correntina en sus venas y dos ayudantes palestinos.
“De 7 a 18 horas, con una primavera casi veraniega en ese bello paisaje, en la fábrica de remaches Ornit quedó el mural “Dinámica de vida”; en el comedor comunitario, “La familia del kibutz”; en el acceso al kibutz, “Semilla de paz”; en la Casa de la Cultura, “El árbol de la vida” y así, sembramos también nosotros ese propósito de un mañana mejor”.
Las luces del bombardeo cercano, estallaban en el cielo y en el corazón. Un cielo que también tiene estrellas y en ellas ideales escritos por un pueblo que no perdió la esperanza. Si algunas manos decidieron empuñar armas invocando la paz, otras (muchas más) se abren en señal de promesa. La nobleza del artesano acompaña este propósito de valoración mundial.

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