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Valdés debe construir sus utopías

Las sociedades que reclaman utopías son aquellas que no quieren navegar en las aguas del conformismo y la mediocridad. En todo este tiempo ¿tuvimos los correntinos en el corazón las utopías que nos permitieran soñar con un mañana mejor? ¿Cuáles son los objetivos trascendentes de este proceso político que lleva más de tres lustros? ¿Cuáles de ellos fueron alcanzados, cuáles están en tránsito de hacerlo y cuáles se han frustrado en el camino?

Por Jorge Eduardo Simonetti

jorgesimonetti.blogspot.com

Para El Litoral

“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.

Eduardo Galeano

Alguna vez escribí en estas páginas que no hay gobierno sin relato y no hay relato sin utopías.

En la literatura, el relato puede construirse a partir de dos parámetros: realidad o ficción. En la política, en cambio, debe partirse de la realidad, la ficción es engaño.

Un gobierno debe, necesariamente, trasmitirle a la sociedad un relato basado en hechos reales, plantearle una epopeya detrás de objetivos importantes y trascendentes para el conjunto, aunque parezcan inalcanzables.

Y ese relato debe estar constituido también por utopías, porque la esencia de la vida humana, el motor del progreso, el alimento fundamental del espíritu, es la esperanza de ser mejores en un mundo mejor.

No nos levantaríamos de la cama cada día si no alimentáramos  la esperanza de mejores tiempos, porque somos algo más que carne y hueso, respirar y comer, dormir y despertar; somos fe, voluntad y espíritu, alimentados por nuestros propios sueños.

Las utopías tienen función esperanzadora, por la capacidad humana de soñar; también su costado axiológico permite reconocer los valores fundamentales de una comunidad en un momento concreto; y una utilidad crítica, posibilitando comparar un estado ideal con el real, para medir las cotas de justicia y bienestar que aún nos restan por alcanzar.

Por ello, gobernar una sociedad no es competencia exclusiva de tecnócratas, economistas y numerólogos, hay que agregarle la política como factor fundamental, porque es misión de la política la creación de las utopías sociales.

Intimamente relacionadas con el deseo de dar un sentido a la vida y alcanzar la felicidad, la búsqueda de un mundo mejor, más solidario y más justo, marca la estrecha relación entre las utopías y la justicia. Es la política la que debe plantearlas, si estas resultan internalizadas por la gente, el combo resulta ideal para la construcción de objetivos comunes por los que valga la pena luchar en conjunto.

¿Tiene este Gobierno provincial objetivos trascendentes que puedan verse en el horizonte? ¿Ha planteado a la sociedad sus utopías que nos permitan soñar que vendrán tiempos mejores? Si las ha planteado, yo no me enteré.

El lunes pasado se realizó una reunión del Gobernador con el gabinete ampliado, en la que supuestamente se trazaron lineamientos hasta fin de año. Poco trascendió.

Se dijo que en esa reunión Valdés insistiría en la necesidad de “liderar el proceso de transformación de nuestra provincia con ideas jóvenes y renovación”. ¿Cuáles son esas ideas jóvenes? No se especificaron, por lo menos al gran público. ¿En qué consistiría la renovación? Tampoco trascendió gran cosa.

El actual mandatario debe tener en cuenta que su gestión forma parte de un proceso político que lleva diecisiete años, y que si no quiere quedar atrapado entre los pliegues históricos de la intrascendencia, debe necesariamente salir de la inercia continuista y plantearle a la sociedad los objetivos de políticas públicas que pretende alcanzar. No alcanza con hablar con sus funcionarios.

Los correntinos necesitamos ser convocados a trascendentes utopías, no nos debería alcanzar con la vida gris de la subsistencia, la de los sueldos magros pagados en término, la de cuarenta años sin aumentar la cantidad de kilómetros pavimentados, la de la mortalidad infantil por encima de la media nacional, la de un 25,2% de hogares pobres según el último informe del Indec.

Si bien el tema cruza transversalmente a todas las expresiones políticas, diecisiete años continuos de gestión le atribuyen algún grado de mayor responsabilidad a la administración actual.

No alcanza con justificar la discriminación arbitraria a la que fuimos sometidos durante los doce años de kirchnerismo, algo mal habremos hecho también los correntinos como para estar en un estancamiento dramático.

Es cierto que los gobernadores no tienen todos los resortes necesarios para que sus comunidades salgan de la marginalidad, Corrientes se encuentra inmersa en una región con severos condicionantes geopolíticos, en medio de un país con una conformación macrocéfala.

Lejos de los grandes centros de consumo y de salida de la exportación, la carencia de ventajas comparativas no nos ha facilitado la instalación de industrias en nuestra provincia; el Mercosur no ha aportado gran cosa en tal sentido.

Pero tampoco en lo local se ha convocado a la sociedad a participar de políticas públicas que fortalezcan el federalismo económico, a apoyar proyectos propios tendientes a modificar una situación fáctica que nos condena a la mera subsistencia, a alcanzar objetivos específicos que rompan la inercia de mediocridad.

La agenda oficial es flaca en temas estructurales, no nos quedan claros los objetivos de máxima a los que se apunta en las distintas áreas de salud, educación, producción, desarrollo humano, no se ha amojonado el camino para ver si vamos mejorando o en retroceso.

Y es hora de que se empiece a demostrar que el alineamiento de planetas (Nación, Provincia, Municipio) rinde sus frutos, conforme las promesas de campaña, porque hasta ahora fueron magros, muy magros.

Para colmo, son tiempos de vacas flacas. El recorte de obras públicas para contribuir a la disminución del déficit fiscal, se hace en forma discriminatoria en beneficio de la Provincia de Buenos Aires y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Son enclaves decisivos para Cambiemos, pero nos deja nuevamente a los correntinos con un tenedor en momentos que llueve sopa.

Corrientes será lo que seamos capaces de hacer por nosotros mismos, si no, esperaremos sentados toda la vida por un salvavidas que nunca llega o es insuficiente para empezar a paliar nuestras carencias.

Es necesario abrir la cabeza a nuevas ideas, a nuevas contribuciones, a mentes frescas, este proceso político de casi dos décadas  nunca fue afecto a convocar al aporte de quienes están fuera del microclima del pequeño grupo de partidarios. Tampoco la intelectualidad correntina ha hecho contribuciones significativas desde fuera del gobierno.

¿Serán las utopías sólo eso, utopías? Cuando mayores son las dificultades, las utopías se vuelven heroicas y son más convocantes, y si no, hay que recordar a Sir Winston Churchill con su “sangre, sudor y lágrimas”.

Las sociedades que reclaman utopías son aquellas que no quieren navegar en las aguas del conformismo y la mediocridad.

Por ahora, los correntinos transitamos el camino con orejeras, que no nos permiten ver el horizonte. Parafraseando a Galeano, caminemos de una buena vez con las utopías en el corazón, aquellas que les falta crear a la intelectualidad, a la política y en especial al Gobierno.

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