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La muerte de James Dean y el auto maldito

Por Francisco Villagrán

villagranmail@gmail.com

Especial para El Litoral

James Dean era un joven actor hollywoodense nacido en Indiana en 1931, que apareció circunstancialmente en el mundo del cine siendo muy joven y la suerte lo acompañó, ya que se hizo célebre con solo tres películas que hizo en menos de un año: “Al Este del Paraíso”, “Rebelde sin causa” y “Gigante” y estuvo nominado al Oscar en 1955. Le gustaban mucho los autos y tenía una verdadera pasión por las carreras, por lo que decidió comprarse un modelo único, especial para él, y adquirió uno de los 90 autos exclusivos fabricados, único como él, el Porsche 550 Spyder, de doble carburador con 110 caballos de fuerza, que podía desarrollar una velocidad de 230 km/h, le hizo colocar asientos de tela escocesa, el número 130 y tiras rojas sobre las ruedas.

Tenía una impecable carrocería de aluminio de tan solo 550 kg. que lo hacían extremadamente ligero y difícil de conducir, por lo que Dean lo bautizó como “Little Bastard” (pequeño bastardo). El número de serie era 2277767, que según los expertos en numerología, era de mala suerte. Tenía la costumbre de conducir siempre a altas velocidades, por lo que en una ocasión, se le acercó el actor Alex Guinnes y le advirtió que si seguía conduciendo a alta velocidad, moriría en un accidente. ¿Una premonición?

El 30 de septiembre, Dean y su mecánico partieron a Salinas para participar en una carrera, llevando a remolque al Spyder.

Un rato más tarde, Dean decidió manejar su auto por la ruta, a una velocidad considerable, para conocer mejor al auto antes de la carrera. En el trayecto en la carretera, fue multado por un patrullero por conducir a alta velocidad y le advirtieron que debía circular a menor velocidad, ya que su auto, bajo y plateado, resultaba poco visible al confundirse con el asfalto y era peligroso.

Yendo a una velocidad de 130 kilómetros por hora chocó contra otro auto. El encontronazo fue tremendo, quedando Dean con el cuerpo destrozado. El accidente ocurrió en la intercesión de las rutas 466 y la 41, en un tramo famoso por los accidentes mortales que allí ocurrían.

Los que saben de lo oculto, afirman que cuando alguien muere de manera violenta, su espíritu no puede pasar al siguiente plano, por lo cual vaga, lleno de rencor, tratando de vengarse del mundo de los vivos, asustándolos y a veces causándoles grandes daños. Esto es lo que habría sucedido con James Dean, que enfurecido porque no podía disfrutar de los placeres de este mundo, decidió molestar al máximo, a los que compraran el auto que lo mató. Y así nació la leyenda del auto maldito que tantas desgracias causó.

Extraña maldición

Años más tarde, los restos del auto fueron comprados a la aseguradora por George Barris, quien lo llevó a su taller. Al bajarlo del camión se rompieron las cuerdas de sujeción y cayó encima de un mecánico, fracturándole ambas piernas. El motor se vendió a Troy Mc Enroy y la caja de cambios a Willard Escrid, ambos pilotos de carreras.

Poco tiempo después y mientras participaba en una competencia a gran velocidad, Mc Enroy perdió el control de su auto, estrellándose contra un árbol y muriendo instantáneamente.

En la misma carrera participaba Escrid, quien sufrió una falla mecánica en una curva, despistando y quedando malherido. Dos ruedas del Porsche fueron vendidas a otro piloto, quien tuvo la mala suerte de que se le reventaran las dos ruedas en un momento, volcando y saliendo de la pista, quedó gravemente herido pero con el tiempo se recuperó y dejó la actividad.

Barris empezó a creer que el auto estaba maldito, hechizado y decidió deshacerse de él cuanto antes. El auto fue llevado a un garaje, donde por la noche se desató un incendio que destruyó todo totalmente, menos el auto de Dean, que no sufrió ningún daño. Luego fue llevado a una exhibición en una escuela secundaria, donde el auto se cayó y fracturó la cadera a un estudiante.

Barris, fastidiado por lo causado por el vehículo, decidió llevarlo a desguazar y mientras era transportado por la carretera un camión lo chocó por detrás y el conductor terminó sepultado por los restos del Porsche. En otros dos intentos de llevarlo a desguazar, el vehículo se cayó dos veces, aunque sin causar víctimas. En una de ellas, el camión con el auto impactó contra una tienda, destrozándola. El vehículo se partió en 11 pedazos cuando estaba siendo preparado para una exhibición en Nueva Orleans y debieron soldarlo de nuevo.

Funcionarios de la Patrulla de Caminos de California planeaban usar los restos del Porsche en una exhibición de autos, y una noche antes de la inauguración se incendiaron todos los vehículos, menos el de James Dean, que no sufrió ningún daño.

Para evitar más problemas y accidentes se decidió mandar el “auto maléfico” en un tren de carga a California, pero ¡nunca llegó¡, desapareció en el trayecto. Se supone que alguien lo robó para evitar que el Porsche, animado por el espíritu vengativo de Dean, siguiera causando más daños y muertes y lo destruyó. Y eso posiblemente fue lo mejor, porque ya no existiendo el auto que lo tenía sujeto a este mundo, el espíritu de James Dean dejó de penar y se dirigió a su lugar de descanso eterno, al nivel que le corresponde.

Hoy en día, el lugar del accidente de James Dean, se conoce como James Dean Memorial Junction y se recuerda al Porsche Spyder, como el “auto maldito”. 

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