Viernes 19de Abril de 2024CORRIENTES18°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$848,5

Dolar Venta:$888,5

Viernes 19de Abril de 2024CORRIENTES18°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$848,5

Dolar Venta:$888,5

/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La vuelta a las islas después de décadas, una experiencia sanadora para almas mutiladas

Angel Esteban “Coqui” Flores fue el coordinador del primer contingente que el año pasado pudo volar a Malvinas con el apoyo del Gobierno provincial. “Se experimentó un cambio en todos los malvineros que viajamos”, destacó y agregó que “el reencontrarse con el lugar en el que uno combatió nos cambió de manera impresionante a todos: nos liberó un montón”. 

Gustavo Lescano

glescano@ellitoral.com.ar

 Los ex combatientes regresaron de Malvinas sin ser los mismos. La guerra mató parte de ellos, los hizo distintos y no volvieron a ser lo que fueron a sus 18 o 19 años. Sin embargo, para un contingente de malvineros correntinos que el año pasado volvió a las islas -tras 36 años del final del conflicto- esa fue una experiencia sanadora. Se reencontraron con la parte que les faltaba, cerraron un ciclo y volvieron diferentes, cambiados.

“La herida mayor que en el 82 trajimos de Malvinas fue el alma mutilada. Por eso nuestra forma de ser: nuestro eterno dolor es tener el alma mutilada”, admite Angel Esteban Flores, un ex combatiente que coordinó en 2018 el viaje de una veintena de malvineros.

“Coqui”, como lo apodan, nació en Concepción de la Sierra, Misiones, y de niño, a los 7 años, vino a Corrientes con su familia para radicarse y criarse en la ciudad capital, después de varios destinos transitados a causa del oficio de su padre: gendarme.

En 1982 fue a Malvinas con el Batallón de Infantería Nº 5, donde recibió una instrucción militar más intensa que en otros regimientos, pero el padecimiento de la guerra fue para todos por igual: mucho dolor. Y esa herida no se cerró en la posguerra de olvido estatal. Pese a ello, el reciente viaje del grupo de ex combatientes al menos logró suturarla para que empezara a sanar. “El reencontrarse con el lugar en el que uno combatió nos cambió de manera impresionante a todos: nos liberó un montón”, acentuó un emocionado “Coqui”.

Aún con esa emoción en la mirada y en los gestos, contó a El Litoral -desde su testimonio personal- la experiencia grupal en un período sensible para los ex soldados, vísperas del 2 de abril.

“Salimos de la ciudad de Corrientes veinte ex combatientes y a todos nos cambió una misma situación”, resume.

“Hay distintas formas de salir de una guerra -explica seguidamente-. Puede ser sin una pierna, un brazo, algunas lesiones... Pero la herida mayor que trajimos los ex combatientes es el alma mutilada”.

“Antes de viajar a Malvinas en 2018, por ejemplo, no podía cantar el himno nacional, había cuestiones que no me salía contar, se me cortaba el relato y, entonces, hablaba poco de la guerra. Al comenzar el himno se me hacía un nudo en la garganta y me frenaba, y menos podía entonar la Marcha a las Malvinas”, recuerda con los ojos vidriosos.

Flores se repone a fuerza del fresco recuerdo de lo vivido el año pasado. “En los primeros días en las islas, aún sentía que me paralizaba. Pero el estar allá, empezó a cambiarnos: pisar nuevamente suelo malvinero, ver otra vez la posición en la que estuvimos combatiendo y ver Malvinas de otra manera nos ayudó considerablemente. A partir de ahí algo cambió: me di cuenta que en la última ceremonia que hicimos, en el cementerio de Darwin, que ya podía cantar con normalidad el himno y bien”, se entusiasma. “Por si fuera poco, alentaba a los muchachos para que cantaran bien… y que pegaran fuertes gritos y sapucays”, resalta desbordado de la emoción y con las imágenes de aquel viaje en la mente.

Volver a ser combatiente

—Los recuerdos seguramente te afloraban a cada instante, ¿cómo controlabas la ansiedad?

—Todo empieza en el momento en que uno sale sorteado para el viaje y ahí ya empezamos a experimentar una tremenda ansiedad. Vas en el avión y estás esperando que toque el suelo. El viaje se hace largo, pero cuando llegas allá, sentís que descendió el avión en Malvinas, y este… ¡ahhh, es impresionante!

“Coqui” resalta la frase y se le ilumina la mirada y se hace ancha la sonrisa en medio de su rostro.

Aún emocionado, señala que “lo primero que te nace hacer es bajarte del avión y besar el suelo, pero no podés hacer eso porque no es un aeropuerto civil, es la base militar”.

Al desembarcar “no podés hacer prácticamente nada: están todos mirándote, controlando. Pero lo mismo mantenés la emoción, quizás el hecho de sólo pisar el suelo malvinense ya te produce una sensación rara en el cuerpo”.

“Después -continúa-, vas estudiando todo el terreno con la vista, mirando todo. Y otro momento destacado fue cómo nos recibió Malvinas, en cuanto a las condiciones meteorológicas: con una llovizna, fuerte viento y bastante frío. Muy bueno”.

El ex soldado entiende que “eso es lo que fuimos a buscar; no queríamos nada placentero. No es que seamos masoquistas, sino que para nosotros fue una experiencia bastante sanadora volver a Malvinas”.

—Muy distinto fue el regreso en el 82, ¿cómo se sentían?

—Te comento: cuando volvimos de Malvinas me sentí disociado, no era la misma persona, era como que una parte mía no regresó. Supongo que debe ser porque tuvimos que crecer de golpe. Entonces… siempre fui disociado, a mi personalidad parecía que le faltaba algo y con el tiempo uno se va acostumbrando a eso… y seguís vivo. Pero ahora, cuando regresé a Malvinas, me pude reencontrar con mi otro yo, al recorrer mi posición, y ahí tuve mi quiebre emocional, viste… ahí sí...

La emoción vuelve a dejar sin voz a “Coqui” y con los ojos vidriosos se mantiene dos segundos en pausa.

—¿Y visitar tu antigua posición de combate te inundó de recuerdos?

—En 1982 en Malvinas siempre estuvimos en Monte Tumbledown, con la Compañía Nácar. Y ahora, en este viaje de los 20 ex combatientes, fui el único que combatió en ese sitio. Pero durante la estadía allá, todos juntos recorremos la posición de cada uno de los muchachos que integraron la delegación. Y a mí me tocó casi el último día ir a Tumbledown. Fue una emoción, una espera que parecía interminable para poder llegar a mi lugar.

—¿Qué pensaste en esos momentos?

—Traté de revivir todo, la emoción te embarga desde el primer momento al saber que vas a subir al Monte Tumbledown. El terreno es difícil, pero lo mismo vos vas con esa idea de llegar, y entran a jugar las emociones: no sentís la distancia, no sentís nada, ni el viento. Por si fuera poco, ese día en Tumbledown amaneció nevado, una barbaridad, increíble, porque nos estaba recibiendo como en el 82. Era lo que queríamos.

—¿Te acordaste de lo que viviste allí en la guerra?

—Llegar allá arriba, recorrer todo, fue increíblemente sanador. En ese sitio murieron dos compañeros míos: Juan Carlos Dávalos y Diego Ferreyra. Este último muere cerca y yo cuento cómo sucedió y el padre (Julián) Zini lo transmite después en forma poética en el famoso chamamé. En realidad cayó una bomba cerca de Ferreyra y todas las esquirlas lo barrieron, no quedó bien, entonces, si bien ya sabíamos el final de Diego, de igual manera lo llevamos al puesto de socorro para que le pusieran morfina. Ahí muere. Y yo pensé que a mí nomás me había afectado el hecho de ver a Diego muerto y cómo la nieve lo cubría, pero todo el grupo que estuvo en Tumbledown había notado eso y le había impresionado también.

—Y en ese momento, de la vuelta al monte, lo recreaste...

—Ahí recreás todo, a cada paso que vas rememorás lo que hiciste en el 82... todo. Y ahí pude evaluar que a nosotros lo que nos salvó fue la juventud, porque, viste, a los 18 años te sentís un superhéroe: parece que nada te va a pasar. Nosotros no pensábamos lo que hacíamos y le dábamos para adelante, y ahora, con 56 años, yo veo hoy que lo que hicimos en Malvinas fue grandioso. Le decía a mis compañeros: valoremos lo que hicimos en Malvinas porque fue mucho. Con 18 años hicimos tremendas cosas para repeler a los ingleses y para proteger nuestro territorio. Es impresionante.

—¿Cómo encontraste ese lugar simbólico para vos?

—Está prácticamente igual…Revisábamos todo, por si quedó algo ahí. Yo especialmente me iba a buscar cartas, porque mucha gente nos mandaba cartas. En su momento había juntado un montón para después contestar, pero cuando volvimos quedaron todas ahí. Al principio pensé en traer algo de esas cartas, o las direcciones, para contestar a quienes me escribireron en aquella ocasión. Sin embargo, los ingleses limpiaron todo… sólo dejaron algunas cosas nomás.

Cruces blancas

—La visita al cementerio de Darwin fue otro momento emotivo...

—Cuando llegamos a Malvinas lo primero que hicimos fue rendir honor y homenaje a nuestros camaradas que quedaron custodiando las islas. Es decir, fuimos al cementerio de Darwin. Hicimos una ceremonia ahí y había cierta desesperación que teníamos por buscar las tumbas de nuestros conocidos...Y vos sabés que yo noté que teníamos la particularidad de agacharnos sobre la tumba y estar como queriendo escarbar… y acariciar al que está adentro … no sé, yo miraba mi comportamiento y después veía el de los demás y me llamaba la atención. Estábamos muy emocionados.

—Ese movimiento individual y grupal decía muchas cosas...

—Sí, todos fuimos, pusimos la mano en la lápida y estábamos como queriendo urgar, encontrar algo, Y por supuesto, en ese momento, le hablás a nuestro compañero que está ahí adentro. Pensando también que el nombre que está en esa tumba podría haber sido el tuyo. Por alguna razón, nosotros tenemos algo de culpa porque murió él y no yo... Uno se plantea esa situación, pero el tiempo te va mostrando más o menos por qué se predestinó todo y que para algo sirvió que volvamos. Te digo más... no es fácil sobrevivir a una guerra, es muy complicado.

Sobre todo acá, en la Argentina, que es un país triunfalista. Y uno, presionado, se plantea: ‘Qué dejé de hacer yo para que el resultado fuera distinto’... (silencio eterno). Y eso yo me planteaba, qué habría pasado si hacía tal o cual cosa, capaz cambiaba el resultado, pero no… no estaba en nosotros, no estaba en nosotros...

—¿Y después, de regreso en el avión, comentaban todas estas sensaciones?

—Es como que nos hubiésemos puesto de acuerdo los veinte ex combatientes que nos fuimos a Malvinas: teníamos el mismo relato de experiencia vivida. Todos sentíamos que este viaje nos sanó un montón. Pero, eso si, nunca nos pusimos de acuerdo sobre lo que íbamos a decir. Cada uno relataba la historia y el reencontrarse con el lugar en el que uno combatió en Malvinas fue impresionante cómo nos ha cambiado a todos. Nos liberó un montón…

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error

Comentarios