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Cuando la música pega fuerte

Cuando la música toca el alma vamos comprendiendo que no se trata solamente de sonidos, sino de caricias que soportan nuestras vidas.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

La valoración de ella por el encuentro de los hombres. Por la unidad universal, iguales ante Dios. Los primeros 100 años de Ariel Ramírez, reafirman sus pasos. Revalorizan un trabajo denodado ofrecido por el santafesino, en pos de la fe que marca la realidad. Nacido en Monte Grande (Sta. Fe), un 4 de setiembre de 1921, recibió un digno homenaje encabezado por su propio hijo, Facundo Ramírez, con casi un año de intenso trabajo para un Recital de Navidad llevado a cabo en el Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires. Una vez, hace bastante tiempo, lo escuchó Atahualpa Yupanqui, y lo instó a continuar por un camino nutrido de logros que jamás defraudó dada su alta capacidad experimental de trabajo compositivo. Uno de sus primeros éxitos, lo registraron “Los Fronterizos”, esa hermosa zamba “La tristecita”. 

En 1955 conforma su compañía de folklore con su nombre, ostentando sobradamente calidad y jerarquía en giras internacionales como en el país mismo. En 1963, graba su obra: “Coronación del folklore” con Eduardo Falú y Los Fronterizos, lo cual marcó un éxito para el folklore nacional que volvía por sus fueros. Lo que lo marca y fuerte, es sin duda su “Misa criolla” de la mano del periodista, escritor y poeta, el Dr. Félix Luna. 

Esa misa criolla inspirada de una experiencia personal, que estando alojado en el Convento Wurzburg (Alemania), tuvo la oportunidad de conocer a las hermanas, Elisabeth y Regina Brucner, quienes le contaron que la edificación que se levantaba enfrente, fue construido especialmente para campo de concentración durante la guerra por el nazismo. Y, que ellas, en su acción solidaria con el peligro que suponía, por las noches les acercaban comida a los prisioneros. 

Esa experiencia, le permitió elaborar la misa criolla, que solamente la registró en disco en el año 1964 como una anunciación que iría acontecer al estrenarla recién en el año 1967, en Dusseldorf (Alemania) en la Iglesia Luterana Kaiser-Wilhem-Gedachtniskirche, o sea “Iglesia del Recuerdo al Emperador Guillermo Primero”. Participaron entonces, Mercedes Sosa, Jaime Torres, Domingo Cura y Los Fronterizos, con la Dirección del Maestro español, José Bastida. Se recuerda también su incursión en el cine nacional, marcando la banda sonora de la película “Los inundados” dirigida por Fernando Birri. 

Cabe mencionar que con Ariel Ramírez desfilaron en su vasta carrera: el grupo vocal “Los Fronterizos”, integrado por las inolvidables voces de César Isella, Eduardo Madeo, Juan Carlos Moreno y Gerardo López; Zamba Quipildor, Domingo Cura, Jaime Torres, Tucuta Gordillo, Jorge Padín, Mercedes Sosa, José Carreras, Plácido Domingo, Chito Zevallos, Ramón Navarro, Jorge Cafrune, Raúl Barboza, etc. Algunas de sus obras más resonantes: “Los caudillos”, “Mujeres argentinas”, “Cantata sudamericana”, “Misa por la paz y la justicia”, tema tan resonantes como “Santafesino de veras”, “Alfonsina y el mar”, “Juana Azurduy”, etc. 

Sin duda “La misa criolla”, se lleva todos los aplausos como pudo comprobarse en la emisión televisiva desde el Teatro Colón, sumándose al aniversario de los 100 años de Ariel Ramírez, encabezado por Abel Pintos, su propio hijo, Facundo Ramírez, Chango Spasiuk, Tucuta Gordillo en sikus y erke, instrumentos andinos, con el magnífico coro del Colón.

Convengamos que la “Misa criolla”, se descompone en “La anunciación”, con ritmo de chamamé. “La peregrinación”, huella pampeana. “El nacimiento”, vidala catamarqueña. “Los pastores”, chaya riojana. “Los Reyes Magos”, taquirari. “La huida”, vidala tucumana. Llegó un momento, cuando el “Gloria”, el “Credo”, y el “Santo” se hicieron carne, tomándonos de la mano, acercándonos a Dios, y casi en reproche, conmovido, pensé cuán imperfectos somos y que soberbiamente autoritarios nos desempeñamos. “Dueños del mundo”, “Vivos” o “Dementes”, de todas las formas que siempre dejamos tanto que desear, porque quedamos atrapados a mitad de camino por violentos, sordos, e inconscientes.

Nunca acatamos, cada cual con su sentido común que nada de ello tienen, porque la soberbia nos turba, nos enfrenta, donde los “vivos viven de los pobres, y los pobres de su trabajo”. El que queda, o sea nada, solo planes demagógicos que logran más pobres, como una fábrica eterna donde los intereses son para los de “arriba”. Sutilezas de la política que sigue arreando pobres, jamás reconociendo nuestras culpas sino empoderando lo fatuo, lo pasajero, mientras los índices crecen no por mejorar sino por abultar urgentes necesidades.

Mientras la emoción subía a prisa y la sensibilidad ganaba nuestros cuerpos, comparaba la riqueza humana de nuestro país, ya que no todos son malos sino que hay una tendencia a normalizar lo anormal.

País sin orden, país desordenado. Lo malo es perseverante porque es constante, si no cambiamos de trayectoria la colisión tarde o temprano siempre sucede. No es mucho volver a ser decentes, es la suma del orden, del sentido común, del respeto, de la solidaridad, el de ponernos en el lugar del otro para sumarnos o asistirlo, acompañarlo, porque juntos somos más. La fe contagia. Hace milagros. Abrevia esfuerzos. Logra hazañas. Es como la expresión que tuvo Abel Pintos, cuando después del “Santo”, ante el aplauso cerrado de un público abigarrado, conmovido, entre sonrisas lloraba.

 “La misa criolla” logró su mayor clima proclamando la fe, esa fuerza vital que nos concede y es capaz de todo, hasta de reencontrarnos, unirnos, como diciéndonos que en estos 100 años de Ariel todo es posible si nos encomendamos a ser mejores en el sentido real de la palabra. 

Es una obra esperanzada donde el todo es lo importante, como en un rezo entre tú y el padre, hablándonos de ida y vuelta, sincerándonos como la vida plena que fluye naturalmente fortaleciendo la fe. 

Esa fuerza prodigiosa que es capaz de demostrarse y demostrarnos, cuan más difícil posible. Que asciende y que conmueve porque todo nace, y vuelve a repetirse, hasta hacerse familiar cuando la humildad crece, el afecto se ensancha y el amor nos abraza animándonos a caminar sin prisa pero seguros.

 Una poesía de Armando Tejada Gómez, “Los ríos del cielo”, se asemeja a esa búsqueda y esa mirada reflexiva por andar volando cerca y cada vez más en nosotros con vosotros: “Sobre el viento de agosto / pasa un río. / Arriba de la tarde, / es un sonido verde / el infinito./ Hay que mirar al cielo / para verle / el velamen celeste, / el desafío / con que embiste eucaliptus; / el oleaje, / borracho de paisaje, / de mis pinos. / Pasa un cauce de aromas, / un capricho / de los ríos del cielo / y un bullicio / de pájaros que van / hacia setiembre, / escalando / su música imposible. / Aquí abajo, / en mi vino laborioso, / esta palabra / piensa en su destino. / Inventa ríos / que en el viento pasan / encielando los álamos / furtivos. / Mi casa, ese navío, / ahora duerme, rolando sobre el sueño / de mi hijo. / He descubierto ríos / en el cielo. / La paz en el otoño / es otro río.” / 

En esa búsqueda vamos. Vamos a encontrarnos. Y como en una plegaria dolorosa comenzamos a celebrar lo que será mañana la algarabía gozosa de la fe.

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