De todas las maniobras que alguien puede desplegar a bordo de un automóvil o una motocicleta, el sobrepaso es la más peligrosa y así lo demuestran las estadísticas en rutas de solo una vía por mano, en las cuales un error de cálculo puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Por lo general, la decisión de adelantarse en una carretera es adoptada con naturalidad por los conductores, pero puede suceder que las condiciones del entorno cambien abruptamente como consecuencia de las acciones desplegadas por los automovilistas que circulan en derredor del vehículo que se encuentra en pleno “sorpasso”.
En algunas ocasiones, una inexplicable tendencia insolidaria impulsa al conductor que está siendo sobrepasado a acelerar para complicar al de su izquierda, en una extraña carrera psicológica contra la propia integridad y la de terceros: en vez de levantar el pie derecho para permitir que quien decidió iniciar el adelantamiento lo consume sin riesgos, acrecienta el peligro de una colisión frontal con otro automotor que se dirige en sentido opuesto.
Otro de los grandes peligros es que el vehículo que está siendo adelantado inicie una maniobra hacia su propia izquierda para, también él, sobrepasar a un vehículo más lento que no ha sido divisado por el primer protagonista de la maniobra, o bien para esquivar obstáculos como pueden ser vallados de seguridad que señalizan obras viales inconclusas. En esos casos, es vital que antes de mover el volante (o el manillar si de dos ruedas se tratare) el chofer observe no solamente el panorama hacia adelante sino los espejos retrovisores.
Esto último es lo que sucedió en el siniestro que le costó la vida a Gabriela Albornoz, la abogada que fuera titular del gremio UDA y luego se desempeñara como subsecretaria de Educación de la provincia. Según el relato de su hijo a Radio Sudamericana, el novio de Albornoz, Hernán Silvero, experimentado conductor de motocicletas muy conocido en el ámbito de las travesías de larga distancia, habría sido “cerrado” por un camión cargado con caña de azúcar en un punto de la ruta nacional 34 que se encuentra en reparación.
Todo ocurrió camino a Jujuy, en un tramo de la carretera donde la motocicleta Royal Enfield Himalayan en la que viajaban Silvero y Albornoz fue a dar contra un barril de 200 litros colocado en el lugar para indicar un desvío sobre un tramo que carece de carpeta asfáltica debido a una obra de repavimentación que nunca se terminó.
Todo indica que al quedarse sin vía de escape, la moto perdió estabilidad mientras sus ocupantes fueron literalmente arrojados bajo las ruedas del camión. Albornoz perdió la vida de inmediato como consecuencia de lesiones craneales irreversibles, mientras que Silvero sufrió heridas de gravedad en razón de que las ruedas del camión habrían pasado sobre su caja torácica. Situación similar se había producido unos días antes (el 21 de septiembre) en el acceso chaqueño al puente General Belgrano, donde un joven agente de policía de la vecina provincia perdió la vida al chocar con su moto Bajaj Rousser contra un camión Scania que avanzaba en sentido contrario. El joven servidor del orden, Leonel Moreno, de 25 años, quedó mal herido y perdió la vida mientras era trasladado al Hospital Perrando de Resistencia.
¿Qué sucedió? Posiblemente una deficiencia de apreciación en un punto del trayecto en el que no está permitido el sobrepaso. Y una vez más el error humano como protagonista central de una tragedia que podría evitarse con solo esperar unos minutos detrás del vehículo precedente, hasta que las indicaciones adviertieran el fin de la restricción de adelantamiento.
La forma de evitar estos desenlaces tan dolorosos es una conjugación que no falla: prudencia más paciencia. Si la ruta muestra doble línea amarilla continua, no se debe proceder al sobrepaso. Por lo general son zonas sin vías de escape, curvas o puentes, con lo cual las posibilidades de evitar una colisión disminuyen exponencialmente. Y el otro gran recurso preventivo es mantener distancia entre el vehículo al que habremos de adelantar (10 metros como mínimo) de forma tal que nuestro auto (o moto) pueda desplegar toda su potencia mientras observamos la totalidad del contexto. Esto es, hacia adelante para comprobar que nadie se acerca por la banda contraria (o si lo hace, con una distancia de al menos un par de kilómetros), hacia atrás para chequear que nadie haya decidido la misma maniobra de adelantamiento en simultáneo y (con la visión periférica) al costado derecho para constatar que el rodado al que estamos adelantando mantiene tanto velocidad como trayectoria.
Para el final, una regla de oro: ante la duda de que algo pueda salir mal siempre será mejor abortar el adelantamiento y volver atrás del vehículo precedente. Continuar acelerando en la convicción de que habrá una luz de espacio para retomar la propia vía puede terminar en consecuencias dramáticas e irreparables.