A diferencia de Julio Grondona, el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) Claudio Chiqui Tapia no llegó desde las finanzas sino del entramado de clubes del ascenso que inventó el mismo Grondona para ganar siempre. Un club chico vota igual que un grande. Los grandes se cuentan con los dedos de una mano. Si te votan los chicos, que son diez veces más, ganás. La asistencia económica hace el resto.
En el País del Fútbol funciona: el clientelismo te hace feudo.
Tapia -sanjuanino, por entonces yerno de Hugo Moyano- presidió Barracas Central y se sumó al Comité Ejecutivo de la AFA como referente principal de los clubes de la C.
Con su ascenso, ascendió Barracas.
Las noticias sobre los arbitrajes benévolos para el “yerno de Moyano” ya eran frondosas hace 10 años. En 2021, Barracas llegó a Primera.
Si el Barracas de Tapia es el Arsenal de Grondona (el pequeño club de Sarandí que ganó ligas y copas hasta que Grondona murió y el club se desmoronó), Qatar 2022 es su México 86. Y Messi, su Maradona.
Antes de la ola de allanamientos de estas horas, Tapia le respondió al periodista Mariano Dayan, de Olé, sobre los arbitrajes sospechosos: “Con Grondona también había sugestión por los arbitrajes”.
Es que con Grondona los árbitros también pitaban para el poder.
Algo de aquel sentido de la impunidad que alentó a Don Julio a lucir su famoso anillo Todo Pasa -murió antes de los procesamientos masivos del FifaGate, donde testimonios le otorgaron un papel relevante en el reparto de coimas- debe haber llevado a Tapia a inventarle una copa a Rosario Central.
Quizá, otro sobreactuado gesto de amor para Messi, que vio entonces cumplir el deseo de su amigo Di María.
Aquel acto de autocracia extrema fue el disparador, primero, de una ola de indignación genuina de los hinchas, que entre los dirigentes sólo se animó a blandir Sebastián Verón con su orgulloso Estudiantes.
Y, enseguida, de una investigación múltiple sobre una financiera que Tapia y su alter ego Toviggino parecían recomendar a los ahogados para sacarlos del agua, y que va desgranando una saga de episodios del Manual de la Mugre: empresas en Miami que se abren en dos días y se cierran a los dos meses; mansiones a nombre de jubilados; jets privados, yates y relojes de lujo que no son otra cosa que valijas repletas de efectivo en la muñeca.
Un tiempo difícil para los reyes de la AFA, que la justicia debería resolver antes de que vuelva a correr la pelota en el Mundial de junio.
Después, ya con el país en modo blanquiceleste, quizá no se resuelva nunca.
Las noticias de estos días para la AFA no hablan de fútbol. Solo algún breve momento vinculado con el alma mundialista de la Selección tras el sorteo del grupo para la pr´´oxima contienda global que se disputará en Estados Unidos.
Hoy por hoy la Justicia investiga a la AFA, a varios clubes y a la financiera Sur Finanzas por posibles maniobras de lavado de dinero.
En los últimos dos días se realizaron allanamientos masivos en la AFA, el predio de Ezeiza, la Superliga y más de 15 clubes para obtener documentación y registros contables.
La causa se basa en movimientos millonarios sospechosos detectados en Sur Finanzas, que tenía vínculos comerciales con la AFA y actuaba como sponsor de torneos y equipos.
Se analiza si esos acuerdos se usaron para mover fondos de origen no declarado.
La Justicia también allanó oficinas y cajas de seguridad de la financiera y levantó el secreto fiscal y bancario de los involucrados.
La AFA y los clubes dicen estar colaborando.
Pero la investigación ahora se expande hacia otras empresas y operaciones inmobiliarias relacionadas con dirigentes.
La mugre del fútbol se canaliza como las cloacas por el flujo del dinero, ese que tiene como máscara al deporte pero lleva fines de lucro para un puñado de vivos.