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La poesía de contar con el otro

Sabado, 23 de agosto de 2025 a las 21:58

Si alguna vez advierte, que a los ojos la miro, no piense que estoy loco, ni piense que deliro. Sólo quiero que usted sepa, que puede contar conmigo”. Mario Benedetti, el uruguayo que le puso dulzura a las relaciones humanas, sintetiza con sus versos el sentido de una solidaridad  marginada en tiempos de motosierra.
Siempre miro alrededor. Busco en los ojos de la gente que camina errante en busca de un pedazo de pan. Y me avergüenzo cuando ellos conectan su mirada con la mía. Por lo general bajo la vista, con la culpa original de los que -infiero- sienten que no han hecho lo suficiente para construir un mundo más justo.
A veces calmo la culpa con un rollito de 1.000 pesos. Se lo doy al señor que está revolviendo el basurero. Y lo llamo con ese apelativo: “Señor, lo ayudo”. Por lo general los pordioseros no se dan por aludidos. El señorío les resulta ajeno. Pero cuando se dan cuenta de que el “señor” es para ellos agradecen con una reverencia acompañada por algunas palabras compensadoras del favor. “Dios le va a dar más”, “Dios lo bendiga”. “Dios se lo pague”. Siempre está Dios, el último recurso en un presente avalorado.
Sin valores a cuidar, sin el rol equilibrador de las reformas que a mediados del siglo XX incorporaron los derechos de segunda generación (educación, salud, vivienda), el Estado queda vacío de contenidos, relegado a la vieja conducta gendarme: represión, vigilancia y punición para custodiar un statu quo sin mirada social. El objetivo es cuidar el capital, becerro de oro cuyos adoradores prometen fenómenos incomprobables como el mentado derrame.
Entre los fieles a las ideas del libre mercado, el presidente Javier Milei se convirtió en un líder global. Es aplaudido en los foros de la derecha transnacional porque priorizó las utilidades y desactivó los instrumentos públicos que protegían a los débiles, una escuela de pensamiento obsesionada con los resultados financieros. En especial si proporcionan balances superavitarios a costa del sudor, las lágrimas y las vidas de miles de pobres infelices condenados a la supervivencia en un país mundialmente conocido por sus cualidades para producir comida.
Pero no sólo de pan vive el hombre. El principio jurídico que honra la dignidad humana al definirla como un bien supremo, abre un camino para que la organización cívica que los pueblos se dieron a sí mismos a través del contrato social de Rousseau reviva a través de políticas públicas cuyos efectos se observan en núcleos sociales como el correntino, donde el Estado sigue presente a través de una estructura sanitaria, productiva, educativa y cultural.
Sin ir más lejos, hace pocas horas se inauguró el complejo “La Unidad”.  Un centro neurálgico de actividades humanísticas que invita a recorrer la historia de una provincia cuyo espíritu de autosuperación jamás borró con el codo aquello que se ha escrito con las manos, cualquiera sea el momento histórico del que se trate.
La crítica coyuntural dirigida a las obras impulsadas y concretadas durante el gobierno de Gustavo Valdés no logran perforar el reconocimiento fáctico de los parroquianos que, junto con sus familias, comienzan a disfrutar del patrimonio comunitario incorporado al acervo correntino como un resaltador del perfil característico de esta, una provincia que comparte sus tradiciones con horizontes cosmopolitas.  
Es lo que se pudo ver en la presentación de “Iberá ConVida”, un espectáculo superlativo que incluyó proyecciones temáticas tan cautivantes como la transformación del solar que hoy recibe a los foráneos que bajan por el puente para seguir hacia la bella avenida Tres de Abril.
Allí, con solo torcer la cabeza al cuadrante norte, son testigos de la metamorfosis: antes la ciudad capital daba la bienvenida con una cárcel. Hoy lo hace con un homenaje a la historia, un edificio centenario exquisitamente restaurado para albergar todas aquellas disciplinas relacionadas con la experiencia humana en el más amplio de los sentidos: el arte, la cultura y el ocio constructivo que funge como estrato idóneo para el florecimiento de actividades económicas que van de la gastronomía al turismo.
¿Cuánto costó “La Unidad”? Poco importa en tanto funcione como ha sido planificada: un motorizador de la inventiva correntina, un espacio para el emprendedorismo y un atractivo ciudadano con arquitectura de castillo medieval, con mil y un relatos escondidos entre sus muros, listos para ser descubiertos por los paseantes a través de las visitas guiadas, mediante la lectura interpretativa de los testimonios pretéritos.
Objetar obras públicas que enriquecen las oportunidades de todo un pueblo se reduce a una actitud onfálica, propia de los que se rascan para adentro mientras suprimen beneficios a los jubilados y a los chicos discapacitados.
“La Unidad”, el Museo de Arte Contemporáneo emplazado en la antigua sede bancaria de la calle 9 de Julio, el majestuoso Teatro Vera, entre otras realizaciones sostenidas por una política de Estado que se proyecta más allá del ombligo, persiguen un objetivo de fondo que se explica en el efecto multiplicador de las inversiones destinadas a complementar la belleza natural con la infraestructura cultural. Porque la Costanera y el Iberá solos, sin el aporte esencial del hombre, no son lo mismo.
El último dato de la realidad muestra a los ajustadores seriales de La Libertad Avanza bajo la lupa de todo un país. Los audios que desnudan la trama corrupta de los apóstoles anarcocapitalistas vino a quitarles el maquillaje de pureza impostada. Ahora han perdido la única fuente justificadora que, en cierto modo, les otorgaba patente de corso para burlarse de un niño encantador como Ian Moche mientras el encargado de administrar los fondos de discapacidad repartía coimas entre los inquilinos del poder.
¿Con qué autoridad continuará Milei aplicando su plan de destrucción del Estado? Como decía el otro día un vecino de la vuelta: “Una cosa es que te hagan cagar de hambre con la bandera de la honestidad, con el cuentito de que angaú ellos son diferentes a los Kirchner. Otra cosa es que le saquen la comida de la boca a los poriajú mientras se quedan con la nuestra”.
A la obra pública no se la puede frenar a cero porque el círculo virtuoso de la producción y el consumo, con los factores de producción en pleno movimiento, tiende a detenerse. El Estado correntino así lo ha entendido y, pese a las restricciones impuestas desde el orden, mantiene su performance mediante una curva de inversiones milimétricamente calculada.
Y lo hace sin detenerse en el mensaje promercado que baja desde el poder central. Cuida los hospitales, proporciona sosiego al enfermo, garantiza sustento a sus trabajadores, entrega computadoras a los chicos humildes. ¿Quién puede oponerse a esos actos de justicia social? ¿Desde qué posición se oponen los ahijados de la hermana Karina?
Ahora lo que fue una prisión salió de la crisálida para desplegarse como un catalizador social en el que hallarán cobijo los amantes de las artes y la poesía, a pocos metros del monolito fundacional que recuerda a Juan de Vera. Un lugar donde mirarse a los ojos con cualquiera que ande dando vueltas en la misma sintonía para hacerle saber que, como pregonara Mario Benedetti, puede usted contar conmigo.

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