José Luis Zampa
n El mundo de los autos tiene un costado agrio por el que se filtran sentimientos de baja calidad como es el caso de la envidia, muchas veces exteriorizada mediante disfraces dialécticos. Es lo que comúnmente termina por minar la camaradería entre personas que, aun cuando comparten una misma pasión, terminan convertidas en víctimas y victimarios, tal como se pudo ver en el famoso episodio de la Ferrari que hizo un trompo sobre avenida Lugones de la ciudad de Buenos Aires.
El episodio de la Ferrari se hizo viral en pocas horas gracias a otro hecho imprudente (y prohibido) del que pocos hablaron: un conductor desconocido filmó desde el volante de su utilitario la pirueta dibujada por el deportivo de origen italiano. Muchos creyeron que el portador del celular que captó las imágenes era un conocido de quien guiaba la Ferrari, pero no. Se trataba de un curioso que al ver un vehículo poco común levantó su Smart y comenzó a grabar sin saber lo que sucedería.
En ese momento, y al parecer dentro de los límites legales de velocidad, la coupé de motor V12 comenzó a perder adherencia luego de que su conductor decidiera un sobrepaso correcto, por la izquierda, mientras intentaba tomar el carril más lento, hacia la derecha de la autovía. El problema se presentó segundos después, al acelerar para seguir su curso sin dosificar la tremenda potencia de un bólido que eroga 442 caballos y alcanza 300 kilómetros por hora de velocidad y que -además- se encontraba sobre un asfalto inadecuado, con residuos de aceite derramado por los camiones que llevan cargas al puerto.
Lo cierto es que el pisotón al pedal derecho de la coupé italiana provocó un derrape sobrevirante que no pudo ser controlado por el chofer, quien -evidentemente- carecía de experiencia para corregir la trayectoria con la maniobra conocida como “contravolante”, por medio de la cual se puede reencauzar un auto que se ha puesto de costado mediante unos toques de timón hacia la dirección opuesta a la que ha adquirido el tren posterior.
Lo que sucedió con la Ferrari es parte del comportamiento natural de los automóviles con tracción trasera, que son naturalmente sobrevirantes (tienden a irse de cola, al contrario de los de tracción delantera, que tienden a irse de trompa y por ende son subvirantes), por lo que el error cometido por su ocupante no debió haberse tomado como una demostración de destreza conductiva, sino como fruto de una clarísima inexperiencia.
Aquí es donde afloran los sentimientos subalternos, destilados como una catarata de insultos, críticas exageradas y descomedidas frases emanadas de un complejo de inferioridad indisimulable. Motes facilistas y anticipadamente condenatorios como “asesino al volante”, palabras divorciadas del buen gusto como “sorete”, interjecciones viles como “hijodemilp…”; todo en una gigantesca hoguera de inquisición motivada por lecturas equivocadas de los hechos.
El conductor del auto deportivo fue imprudente, sí, pero no cometió un crimen ni siquiera en grado de tentativa. De hecho, estuvo en problemas y fue ayudado por los choferes que se encontraban a su alrededor, al volante de vehículos como la SUV blanca que se ve en el video, que precavidamente disminuyó la velocidad para abrir espacios que le permitieron a la Ferrari recomponerse y seguir viaje.
El acting posterior del Gobierno de la Ciudad, encaramado con demagogia a la ola de admoniciones que echó a rodar esa amorfa masa de objetores definida como “opinión pública”, resulta desproporcionado.
Radicar una denuncia criminal contra el titular del automóvil infractor es, a todas luces, una medida inflada conforme a la sed de castigo que dejó entrever el gentío a través de la lapidación pública consumada en las redes.
De hecho, el conductor de la Ferrari, que no era su propietario sino un abogado de su entorno, se puso inmediatamente a derecho y quedó a disposición de la justicia para que se investigue mediante pericias las condiciones en que protagonizó el incidente definido como “altamente peligroso” aunque sus resultados hayan sido absolutamente inocuos. No dañó a nadie, no chocó a nadie ni fue chocado por nadie.
Así son las cosas en el mundo de los autos. Cuando una persona humilde comete actos de arrojo al volante de un destartalado Renault 12, o bien, cuando un millonario capta la atención de los medios hasta merecer la condición de acusado (aun cuando se trate de imputaciones injustas como ha sido el caso), siempre saltan los que exigen “cárcel” para los “criminales al volante”. No sucederá en este caso. El hecho del que se trata fue leve y constituye una contravención, no un delito.
Una coupé de Pininfarina |
La Ferrari 456 GT que fue protagonista de la maniobra polémica es un Gran Turismo presentado en el Salón de París en 1992. Salida de los tableros de Pininfarina, es una coupé dos más dos (cuatro plazas reales) con un motor V12 aspirado de 442 caballos de fuerza capaz de alcanzar los 300 kilómetros por hora. La unidad que aparece en el video es modelo 1997 y a pesar de que carga 25 años en sus espaldas, se encuentra en muy buen estado de conservación. Se calcula que en la actualidad un vehículo de su categoría y modelo cotiza unos 150.000 dólares. Se sabe que hay 6 unidades de este modelo en la Argentina. |