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“Vos sos buena, no te cabe ni un reproche”

La vida se parece a un tango. O, mejor dicho, el tango es la vida misma. Sus versos aseveran siempre una realidad que la pretendida ficción se niega a aceptar. Como el poeta que supuestamente no refleja en su obra parte de su vida que en su momento fue dura realidad.
Celedonio Flores. Periodista.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Siempre la poesía pretendió establecer aspectos del pasado que conmovieron su presente, con una maestría desconcertante por la gran calidad lograda. Por ejemplo, un Homero Expósito, que con metáforas lograba saltear los escalones diversos de la historia dura, amable, querida. O, el implacable Celedonio Flores que desde la periferia y con la utilización del lunfardo, llegaba a las masas con la verdad entre las manos.

Los poetas tienen esa certeza que conmueve porque se parece muchísimo a la realidad. Lo que no encaja en cualquier historia son los bolsos reiterados y su pesaje por ponerle alguna cifra compatible, ya que hasta allí se contaban, pero por ser más práctico y más rápido, pesarlos ha sido la solución por ponerlos en caja. Los lugares han sido diversos e inéditos, un convento cuyos muros vieron azorados pasar uno por uno esos “misiles” con carga millonaria, más aún el arma larga que portaba Josesito digna de una película de Chuck Norris o Sylvester Stallone, ante monjas ajenas y ausentes.

Esa gestión, conforme los miles de centimetrajes que cada una de ellas fue encolumnando en diarios de todo el mundo, ha registrado historias alucinantes, diría increíbles, dignas de guionistas célebres. El caso Antonini Wilson, del avión venido de Venezuela con un “regalito” del comandante Chávez que felizmente una policía portuaria, la Telpuck, pudo dar la alarma, para que se tomen las medidas que correspondan. Claro, todo siempre en valores de la moneda norteamericana: el dólar. Todos los demás que vinieron después enmarañan aún más una narración, ya de por sí difícil de compaginar. Otra escala de valores: los arrepentidos. Mientras la historia “épica” se desarrolla entusiasmando a la platea, nadie avizora que se trata del desmanejo de la plata pública, la nuestra, que va descaradamente a otros bolsillos inmerecidamente ya que se trata de funcionarios, empresarios, y todo el andamiaje que circunda al poder siempre dueño de fueros, chicanas, amnesias, donde abunda como respuesta el: ¡yo no fui..!

Muchas veces trato de mirar para atrás sin descuidar el volante, y me resulta difícil porque son tantas las que siguen, las que se cruzan y las que quién sabe cuántas otras historias iremos descubriendo, sin que jamás se llegue a la cima de ese alguien que ayer fue poder.

Tengo en mi memoria el feliz momento de los primeros días de clases cuando chico, llevando conmigo el dulce perfume del grafito del lápiz, el del borrador, el del cuaderno “único”, pero jamás pensé o imaginé que siempre hay alguien muy minucioso que para no pisar el palito se cubre describiendo todo, la entrega, los retiros, la planificación en determinadas confiterías de Puerto Madero, ampliamente desarrollados en interminables cuadernos Gloria. Contarlo, resumir, resulta imposible e impensado. Me hace acordar cuando la maestra ordenaba escribir una composición, tema “libre”. Cuánta imaginación en desmedro del país, de nosotros. Cuánta vergüenza sin escarmiento. A pesar de que algunas reacciones coherentes están dispuestas a quitar la estatua del ex presidente, en Ecuador, en Morón y hasta en una plaza de Rosario. Nunca es tarde, algo es algo ante tanto fanático servilismo partidario.

Seguramente, los padres del periodismo moderno en que la literatura se fusiona con los acontecimientos, como lo han sido Tom Wolfe, Gay Talese, nunca habrán imaginado que en un país “Jardín de infantes” como lo describía María Elena Walsh, surgirían lo más avanzados pensadores con imaginación prodigiosa en que las historias con pronunciado estilo de ficción es la más pura verdad que hemos vivido sin tener a mano una respuesta racional.

Albert Chillón, profesor de periodismo de la Universidad Autónoma de Barcelona, autor del libro Literatura y Periodismo, afirma: “El periodismo de papel tiene que ofrecer hoy subjetividad y eso sólo puede hacerlo a través de los géneros de la opinión y la crónica”. Expresa que: “El revival a la sensibilidad social y el compromiso cívico y ético muestran muchos periodistas en Latinoamérica”. No sólo tienen que hacerlo cuando la realidad explota y las soluciones escasean, sino que a veces es la única salida para que verdaderamente la gente se conmueva no con la ficción, sino con la realidad lacerante, aunque incomode, para que los culpables se hagan cargo.

Dice Ignacio Sánchez y Cámara, catedrático español de Filosofía: “El buen gobierno es el que se preocupa más de la justicia y el bienestar de los ciudadanos que de su propio triunfo. Quizá por eso sea un bien tan escaso”.

Muchas veces pienso ante tanto avance de la irrealidad hecha norma, camino a tomar como si fuera la justa, algunas palabras del Macbeth de Shaskespeare: “La vida es un cuento contado por un loco, llena de ruido y de furia”. La furia de saber que no siempre la verdad puede emerger para poner calma ante tanta incertidumbre, donde como juramentados los culpables y posibles culpables callan en un silencio que los conmina, porque están pagando en mínima parte, pero pagando al fin, mientras quienes fueran los culpables intelectuales por un montón de ventajas zafan, logran evadirse injustamente del castigo merecido.

Por eso aprecio la metáfora de Celedonio Flores al verse burlado en su hombría de bien, en el tango “Cuando me entrés a fallar”, cuando dice: “Vos sos buena, no te cabe ni un reproche”. Pero también se analiza comprobando la blandura y el por qué lo han “embretao”: “El hombre como el caballo, cuando ha llegado a la meta./Afloja el tren de carrera y se hace manso y sobón”. Ser mansos muchas veces es admitir lo que no corresponde, porque la verdad debe ser sólo una, más aún cuando comprende a todos. No permitamos que nos roben y que sigan siendo importantes. Porque la letra del tango es inexorable y contundente: “Te quiero como a mi madre, pero me sobra/bravura./Para hacerte saltar pa’arriba cuando me entrés a fallar.

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