Alguna vez, llegó a mis manos un compendio del Tango Argentino. Un manojo de textos prolijamente compilados por la sapiencia y el amor hacia nuestra música nacional, por parte de su autor Roberto Selles. Sabedor enamorado, minucioso, ilustrativo, donde recorrer y revivir las viejas glorias de un pasado sonoro, de grandes voces e intérpretes diversos que cimentaron su evolución y su fama que rápidamente se adueñaron los medios, no estaban errados en su elección.
“Tango nuestro” su título, emprendido por el Diario Popular, se ganó la preferencia de improviso, como material de lectura y consulta. Allí, están todos, aunque apretados, por la abundancia de talento.
Siempre doy crédito al “Zorzal criollo”, Carlos Gardel que, más allá de su figura artística trasciende los tiempos por su alta capacidad, también, de emprender producciones anticipatorias, denotando el acierto de “ponerle el cuerpo” a todo lo que hiciere por el tango a través de la radio, el teatro, el cine. Y en cada segmento, permitir lucirse por la respuesta lograda, acontecidas en un principio.
Recuerdo que cuando empecé a escucharlo, como minucioso oyente que califica el sonido como principio, dada la precaria reproducción de discos, su voz recurrentemente jugando sobre lo agudo, hacía que sonara muy nasal, no fresca ni total en la real capacidad de su tono de tenor, de gran cuerpo y volumen.
Sin embargo, Gardel era justamente respetado por asumir profesionalmente con dicción impecable, de entonación precisa, y excelente elección de repertorio.
Caer en la realidad lo que verdaderamente significó para el tango, y su gran aporte a todo lo que comprenda difusión, habla de un profesionalismo sin grupo, entregado plenamente a la interpretación, cuidando los mínimos detalles que lo hicieron único.
Es el tiempo y la evaluación de lo conferido al tango, para valorarlo en toda su dimensión, lo que permite aproximar la realidad de un magnífico intérprete y mejor persona, con la calidez y el encanto del argentino.
Carlos Gardel. Un completo talento de amigos y trasnoches, bonhomía, de simplicidad absoluta: un digno representante argentino que descolló en todo lo que emprendió.
Después de su primera vez, de conformar con Razzano su famoso dúo, cantando melodías camperas, algunas milongas, o un valsecito querendón, ser solista lo proyectó a límites increíbles.
Dicen los biógrafos que Gardel emprende el canto solista que lo llevaría a la fama. El 9 de abril de 1917, se prueba haciendo el primer tango de trascendencia cantado, donde el hombre rompía el machismo por vez primera para contar y llorar la partida de la mujer.
Se trataba de la obra de Pascual Contursi, “Mi noche triste”, con la música de Samuel Castriota, ya que hasta entonces era el culto al hombre y su capacidad nata para el “levante” y el baile.
Los tangos eran cantados por todos porque una revista de tiraje popular, “El Alma que canta”, se encargaba de reproducir la poesía de cada uno, alternados con breves comentarios que daban cuenta el “movido mercado de noticias” tangueras.
Decíamos que Gardel copó todo el abanico que ejercía esa música aprovechando la nueva y revolucionaria vía periodística que el tango fue armando, merced a la demanda de un público cada vez más creciente.
Ya hecho discos, su porte hizo que el incipiente cine nacional lo arrastre y se constituya en personaje verdadero y valioso. En 1930, el Director Eduardo Morera lo convoca para la película “Flor de durazno”. Mucho después, los estudios Paramoumt lo incluye en la película filmada en Buenos Aires en 1931, “Las luces de Buenos Aires”. En 1932, en Francia: “Melodía de arrabal”, “La casa es seria”, “y Espérame”.
“Cuesta abajo”, “El Tango en Broadway”, en 1934. “Cazadores de estrellas”, “El día que me quieras” y “Tango Bar”, las cinco realizadas en los Estados Unidos. Se registra en Gardel, lo inusual del gancho seguro de sus melodías acompañando a los autores en la música, como “Margot”, “Amargura”, “Medallita de la suerte”, “Mi Buenos Aires querido”, “Cuesta abajo”, “Volvió una noche”, “Silencio”, “Golondrinas”, “Soledad”, “Por una cabeza”, “Melodía de arrabal”, “Volver”, “Sus ojos se cerraron”, y muchísimos más.
Una gira emprendida para recorrer América constituye una suerte de ambicioso proyecto, ya que a la vez de ir actuando en cuanto lugar requieran su presencia, irían narrando merced a la Radio, conforme un acuerdo firmado con la NBC de los Estados Unidos, lugar de partida donde había hecho cine y actuaciones diversas en teatros y night clubs.
Fue justamente la misma emisora, cuando un 24 de junio de 1935, en plena gira, siendo las 15,15, en el Aeropuerto “Enrique Olaya” Herrera” de la ciudad de Medellín, Colombia, daban la primicia de la colisión que sufriera el avión donde viajaba el “Zorzal”, al chocar con otro maniobrando en pista.
Como dice el investigador, Roberto Selles: “El hombre dejaba de existir entre las llamas, para dar paso al mito”.
No solo fue un gran cantante, sino que descolló merced a su gran profesionalismo, a los retos emprendidos en el cine en Francia, Estados Unidos, y Buenos Aires. Como lo hiciera previamente en la Radios argentinas como en la industria discográfica.
Carlos Gardel. Un completo talento de amigos y trasnoches, bonhomía, de simplicidad absoluta; un digno representante argentino que descolló en todo lo que emprendió.