Uno tiene el conocimiento de ella, somos una de ellas, pero los medios permiten no el “paneo panorámico”, como se dice en la jerga televisiva, sino el primerísimo plano que desvela lo que la distancia distorsiona, casi como un “fuera de foco.”
Sin embargo, la radio, la gráfica, la televisión, las redes inclusive, permiten el tuteo y el ingreso al espacio íntimo donde se da el microclima, de la certeza más cabal del individuo.
Mucho tiempo estuve fuera de esa línea de fuego donde palpita el ser auténtico, porque la timidez a veces puede más. El giro de llave me lo proporcionó la publicidad, ese quehacer comunicacional de creación maravillosa que con convicción siempre “derriba” imposibles.
Esa cercanía imprescindible se fue dando, denotando, intercambiando ideas, entrecruzando opiniones, rompiendo vallas que uno y las circunstancias fueron alimentando inconscientemente.
Venía de la lectura afín, tanto de publicidad como lo artístico que se expresaba en las revistas, en los libros, en la radio, y en la experiencia personal que había elegido como carrera y cometido.
El apego a la música y a la información de ella, ya que todo tiene que ver con todo, el mundo del cine con lo estético abarcando un espacio importante de intérpretes y música, historias, descifrando los planteamientos de directores en la confesión de sus propósitos.
Me acerqué desde muy chico a la música de jazz, disfrutando en su intimidad ya que con Ricotti, fundador del “Club de Jazz,” lo hacíamos por radios, inclusive Corrientes y Resistencia. La conexión con los músicos de la zona, como los venidos en cada recital, me abrieron un panorama de permanente consulta.
Siempre había soñado en pos de las propuestas radiales que entonces eran furor, habiendo logrado producir el programa “Con Todo Respeto”, que llegó a ser en estudio como en vivo desde una confitería céntrica, un acierto porque el lugar, la intimidad, el codearse con la cultura popular que era transmitida, se convirtió en conocimiento jugoso que no solo acompañaba sino que enseñaba amar la excelencia estética de un programa radial.
Ya no era solamente jazz, sino toda música bien hecha como permanente exigencia de sostener la jerarquía de cada emisión.
A la medianoche de Radio Corrientes, tenía una media hora con un ciclo titulado: “No me dejes Dormir”. En Radio Universidad habitamos el éter “Contra viento y marea”, siempre buscando el conocimiento que amén de un pasatiempo se convierta a vertiente de insospechadas experiencias, traducidos en los ajustados parlamentos como en la compaginación de los temas musicales.
Premios como el “Martín Fierro” Federal, el “Néstor Ibarra”, auspiciado por Radio Mitre de Buenos Aires, me comprometieron aún más lo que hacía que construir jerarquía se tornara en costumbre que estimula y sienta bien, ya que su sintonía conforme al contenido comenzaron a dar la razón, que la coherencia, la perseverancia, el ahínco, son elementos indispensables para ser escuchados, ser tenidos en cuenta, que mi lucha no ha sido en vano, conformando desde entonces una escuela que me ha dado grandes satisfacciones.
De allí las personas que había siempre admirado pasaban a ser conocidos, pues una charla, una entrevista amena, daba paso haberlos conocidos y descubrir que bajo su fama guardan una calidad humana de permanente elogio.
Lo bueno de todo esto es como reafirma la seguridad, despega del ostracismo voluntario, pasamos a protagonizar, pero más que nada haber tenido la satisfacción de poder departir aunque más no sea un minuto de sus ocupados tiempos.
Han sido muchos los músicos, tanto de la región como de Buenos Aires que la televisión abierta, como la radio, me los acercaron. Pero no solamente en lo musical, sino en la importancia de sus personalidades expresadas en diversas actividades que la vida los ubicara.
Hay una cosa fundamental, y es muy cierto nunca esperé, siempre fui en su búsqueda para dar de lleno con ellos, pudiendo abrir una charla siempre dispuesta a asombrarnos. La publicidad con su gimnasia de escritura fue de gran ayuda, al facilitarme la gimnasia me facilitó en la formulación de parlamentos.
Intercambiando opiniones sobre tango con el esquínense Carlos Gelmi de Diario El Litoral, me dijo: flaco, por qué no escribís algo y yo te doy un espacio semanal; bendita delegación de quien fuera Secretario de Redacción del Diario Clarín de Buenos Aires porque me permitió acceder a un mundo maravilloso el de la escritura, la prueba más notoria de poder expresarnos.
A partir de mis experiencias, opino que generalmente las cosas se dan por el raro arbitrio del talento, pero mucho por esas cosas raras de la suerte, que de pronto, sin pensarlo nos enfrenta con nuestro propio futuro.
Es la gente que me hizo pensar constantemente en ella, y en el país nada fácil que nos ha tocado residir, por ello amplié el repertorio sin tener un tema específico que desarrollar, diciéndome cómo puedo contribuir con mi país, opinando lo más certeramente posible haciendo realidad que germine de una vez y para siempre: el sentido común. Realmente, después de haber pasado por todos los medios, donde todos y cada uno de ellos me apasionan, escribir no lo ha sido menos.
Existen puntos fundamentales donde asenté mis ganas y comenzó toda la cosa: mi inclinación natural por todo aquello que tenga que ver con la estética, el poder forjarme con la escritura, fue indudablemente la publicidad con sus visos creativos y estéticos para imponer un producto, una frase, una idea.
Arremetí desde Impetu Publicidad, maduré en locución con el ciclo radial “Club de Jazz”, de la mano de su creador, Ernesto Ricotti, y por supuesto con la magia permanente de Radio Corrientes y Canal 13. No solo me han permitido aprender, sino también conocer a gente formidable tan capaz que hicieron escuela.
Aún sigo experimentando esas sensaciones del inicio, la emoción de estar haciendo lo que siempre soñé, tratando de mejorar, nunca quedándome, sino enriqueciendo con lo aprendido a cada segundo de nuestro oficio, ya sea oral u escrito, ya que es la gente en definitiva la piedra basal de esta vías preciosas de libre expresión.
No sintiéndome solo cuando nos aprestamos a poner en movimiento esta máquina gigante de la comunicación, perdidos en el inmenso estudio de Radio Corrientes. Ya dispuestos y predispuestos porque la luz roja ya nos está dando cancha para comenzar a apelar.
A estas alturas, llegamos a la conclusión, que valió la pena. Que todo cuanto se ha hecho ha sido poco, que siempre debemos exigirnos para lograr mejores resultados. Conformarnos y “hacer la plancha” no tiene sentido alguno, el oyente como el lector siempre se merecen algo más, porque tienen la grandeza de escucharnos y leernos.