Ha sido sin dudas, la orquesta más escuchada. Más bailada. Que en tiempos duros remontó al 2x4, elevándolo en una lucha con los demás ritmos, ubicada siempre al tope por dotes irrepetibles.
Juan DÁrienzo, ha sido un fenómeno que en tiempos de crisis como lo es toda proyección en la evolución del tiempo. Su figura casi “payasesca,” dándole fuerzas a sus músicos con ademanes desproporcionados, en un show incomparable donde la maestría se unía a la gran simpatía que reflejaba su gran carácter.
Muchos lo tomaban en broma por no conformar el grupo de los exquisitos músicos intelectuales, sin embargo Troilo salió a la defensiva: “Si no fuera por DÁrienzo en esta época de seca, nos moriríamos de hambre.”
Porque mientras la economía de clubes, boliches, teatros se hacía insostenible y el “conchabo” difícil, era DÁrienzo el que salvaba el paño, manteniendo en alto el prestigio del tango que permitía comer al resto.
Estamos hablando del bajón de demanda que se trajeron los años de escases en la transición de los cincuenta y pico y setenta, en particular para con el tango.
Juan DÁrienzo era violinista, y en sus años mozos integró varias orquestas de jazz., el ritmo de moda en todo el mundo. Después de la Segunda Guerra Mundial, creció otra vez la música de Buenos Aires, como así el Bollero en México.
DÁrienzo hizo sus primeras letras en el conservatorio Mascagni, con Angel DÁgostino, integraron el “Grupo Los Ases”. Siguió intercambiando nombres, hasta que con la ida de su pianista Luis Visca, reemplazó en su lugar el popular “Manos Brujas”, Rodolfo Biaggi en el año 1935.
Él fue un poco el causante, de ese ritmo feroz, de marcación correcta, que por su ardor invitaba al baile, donde nadie envuelto en su música podía perder el paso.
Él es el saludable ejemplo de lo que la métrica es capaz de hacer; sus notables músicos que lo seguían en esa vorágine de exactitud cronométrica que el público lo pudo comprobar desde sus actuaciones en el “Chantecler”, como así a través de LR1 Radio El Mundo de Buenos Aires como generadora imparable de su aplaudida difusión.
La vida inquieta de un director híperkinético no le restaba fuerzas para dedicarse también a la composición; títulos que coronan el esfuerzo y el buen gusto porque rápidamente se constituyeron en éxitos.
Podemos recordar algunos de ellos: “Chirusa”, “Nadie más, “Callejas solo”. “Paciencia”, “El vino triste”, “Dos guitas”, “Bien pulenta”, “Garronero”, “Brumas”, “Bailate un tango”, “Ganzúa”, “Bandera baja”, “Lo mismo que ayer”, “La sonrisa de mamá”.
Su directa participación en los solos de bandoneones. Como de violines y de cantantes, han quedado grabados por la televisión argentina, dirigiéndolos en un mano a mano.
Cada material grabado de DÁrienzo, era disco que se agotaba. Recuerdo, en Corrientes, los clubes, los fines de semana difundiendo sus programaciones, ponían los altoparlantes a todo volumen reproduciendo siempre algún material de “Rey del compás” que los vecinos se lo pedían, como anticipo de los bailes que se venían.
Su elenco de cantores marcaron a fuego toda la fecunda labora del maestro Juan DÁrienzo: Carlos Dante, Francisco Fiorentino, Rafael Cisca, Walter Cabral, Mario Landi, Enrique Carbel, Alberto Echagüe, Alberto Reynal, Carlos Casares, Héctor Mauré, Juan Carlos Lamas, Armando Laborde, Rodolfo Lemos, Mario bustos, Jorge Valdéz, Horacio Palma, Héctor Millán, y Osvaldo Ramos.
Hubieron dos versiones antológicas que grabó muchas veces, y que eran clásicos instrumentales para bailarines: la versión DÁrienzo de “La Cumparsita”, como así la milonga “La puñalada”.
Su directa participación en los solos de bandoneones, como de violines o de cantantes, han quedado grabados por la televisión argentina, dirigiéndoles en un mano a mano, como insuflándoles esa magia de la batuta DÁrienzo.
Hay un tema de gran agarre, que fuera estrenado en el año 1929, en el Cine Monumental, perteneciente a Manuel Romero y Juan AÁrienzo: “El vino triste”: “Dicen mis amigos que mi vino es triste, / que no tengo aguante ya para el licor, que soy un maleta que ya no resiste / de la caña brava ni el macho sabor. / Y es que ya se ha muerto todo lo que existe / y entre copas quiero matar mi rencor.. / Siempre estoy borracho desde que te fuiste, / siempre estoy borracho …pero no es de dolor. / Amigos, / a todos pido perdón / si, amargado y tristón, / lagrimeando me ven; / quiero domar mi emoción / pero aflojo también / como todo varón. / Amigos, / cuando se tiene un pesar / dentro del corazón, / no se puede evitar / que el vino se vuelva pesado y llorón, / como el triste aletear de mi canción. / Dicen los amigos que no soy el mismo, / que hoy es cuando bebo me da por hablar, / por arrinconarme con mi pesimismo / y que hace ya tiempo no me oyen contar…/ Y no saben ellos que no es la bebida / sino que me faltan el aire y la luz…/ que en el alma llevan sangrando una herida / y voy por la vida cargando mi cruz.”
Recuerdo, porque iba con mis padres al Club San Martín siendo muy pequeño que ellos asistían a esos bailes, cuando en el escenario arrancaba la orquesta típica, de pronto la cancha de básquet transformada en pista, antes vacía, se poblaba de bailarines que presurosos iban a tomar lugares, para arrancar seguramente con algún tango de DÁrienzo. Con grabaciones, o en vivo con orquestas, tratando de parecerse al “Rey del Compás”, sobre todo en el ritmo exacto, preciso, y en su repertorio con mucho de barrio, amores contrariados, la historia de algún compadrito, el país que fuimos y lo dejamos escapar.