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Cuando atropellar es mejor

Suena duro y hasta impiadoso, pero cuando un conductor que viaja a más de 100 kilómetros por hora se encuentra en medio de la ruta con un animal de mediano porte, lo más conveniente es soltar el acelerador, aferrarse al volante y embestirlo. Los intentos bruscos de esquivar este tipo de obstáculos vivientes pueden resultar en la pérdida de vidas humanas.
 

Sabado, 23 de diciembre de 2023 a las 07:44

Los amantes de los animales se incomodarán con este informe, pero en plena trayectoria sobre ruta o autopista, la aparición imprevista de un perro, un zorro o un gato puede resultar en una tragedia para los ocupantes de un vehículo cuyo conductor intenta una maniobra de esquivamiento mediante la brusquedad de un volantazo o una frenada en modo panic stop.
En las últimas horas, las páginas de El Litoral informaron a través de una crónica del periodista de policiales, Walter Alderete, que un padre de familia perdió la vida a la altura de la ciudad de Saladas cuando se desvió de la cinta asfáltica para no embestir a un carpincho. El Renault Logan de la familia Candia, que viajaba desde Buenos Aires de Corrientes, salió disparado de la ruta, mordió la banquina y comenzó a dar vuelcos con tan mala suerte que parte de su cabina quedó sumergida en un charco de agua acumulada como consecuencia de recientes lluvias.
La esposa y los hijos del conductor salieron del vehículo siniestrado sin lesiones graves, por sus propios medios. Pero distinto fue el destino que corrió Sergio Candia, de 49 años, quien quedó atrapado en la butaca delantera izquierda, con el auto dado vuelta, hasta que pudo ser rescatado por los bomberos saladeños. En ese momento se constató que había perdido la vida por razones que los peritos todavía no definieron. Se analiza incluso la posibilidad de asfixia por inmersión en estado de inconsciencia.
Hasta allí la narración en clave de crónica del lamentable episodio ocurrido el jueves 21 de diciembre en horas de la noche. Lo que corresponde ahora es el análisis de la situación que debió enfrentar el conductor cuando vio al carpincho en medio de la carretera. El agravante de la nocturnidad muchas veces hace que los animales se obnubilen y permanezcan estáticos mientras el vehículo se acerca a gran velocidad, razón por la cual quien va al volante se obligado a tomar una decisión liminar en fracciones de segundo: eludirlo o impactarlo.
El Renualt Logan de Candia se desplazaba por encima de los 100 kilómetros horarios sobre ruta nacional 12 en una zona donde las banquinas suelen inundarse en tiempos de lluvia. Pero ese no fue el factor determinante para el mortal desenlace sino (y quien esto escribe se hace cargo de la afirmación a pesar de no haber estado en el lugar de los hechos) el intento de elusión. Un frenaje brusco, el acto reflejo de desviarse a la derecha para luego corregir sin tomar en cuenta la diferente adherencia entre la superficie asfaltada y la zona de pasto, barro o tierra que caracteriza a las márgenes de una ruta, representan un riesgo inconmensurable porque el conductor jamás podrá prever los movimientos de su auto en razón de que se imponen las leyes de la física.


No se trata de abrir juicio sobre la decisión tomada por quien finalmente terminó perdiendo la vida (solamente él, en sus últimos instantes, pudo conocer la estricta razón del despiste), sino de abrir un espacio de reflexión sobre si conviene esquivar a un animal de pequeño o mediano porte con el peligro de consecuencias graves para la vida humana; o si, por el contrario, es mejor tomar el volante con firmeza mientras soltamos el acelerador sin pisar el freno con demasiadas energías (quizás ni siquiera valga le pena tocar el pedal en cuestión) para resignarse a que no hay más remedio que atropellar al animal porque al hacerlo las consecuencias serán –a todas luces- menos graves.
Atropellar a un animal que se metió en la trayectoria de un automóvil puede que cause daños en el frente del vehículo y otros puntos de la carrocería. Aun si se tratara (como en este caso) de un espécimen de unos 80 kilos promedio cuya estatura no supera el metro, el daño que puede sufrir el vehículo será más severo, pero el conductor podrá controlar la situación sin peligro de vuelcos o de invasión del carril contrario (lo que podría derivar en una colisión frontal con otro automotor que circula en sentido opuesto).
Como conclusión vale decir que siempre será menos peligroso para la integridad de los ocupantes embestir a un animal mediano o pequeño antes que cambiar de trayectoria intempestivamente, aunque ello derive en la pérdida de un ejemplar de la fauna autóctona. Como dato final, una recomendación ecológica: si se trata de proteger a los animales silvestres que invaden las rutas en tiempos de tormentas o inundaciones, la solución más sana es bajar la velocidad y transitar atentos a la presencia de zorros, ocelotes, pumas e incluso serpientes que podrían salvar sus vidas si los automovilistas tuvieran más tiempo para desacelerar sin poner en peligro su propia vida o la de terceros.

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